Relación entre la comunicación interna y la administración de la controversia pública
Enrique Elías Villanueva
leliasv@usmp.pe
Universidad de San Martín de Porres (Perú)
Recibido: 30 de julio de 2018
Aceptado: 3 de octubre de 2018
Publicado: 28 de noviembre de 2018
Para citar este artículo
Elías Villanueva, E. (2015). Relación entre la comunicación interna y la administración de la controversia pública. Correspondencias & Análisis, (5), 75-93. https://doi.org/10.24265/cian.2015.n5.04
Resumen
El objetivo principal de nuestra investigación es conocer de qué manera la
comunicación interna se relaciona con la administración de la controversia en los colaboradores
de un municipio ubicado en Lima Norte. En el proceso de investigación establecimos la
relación entre el tratamiento de los mensajes y la decodificación de los colaboradores, así
como la relación entre la credibilidad de la fuente y la empatía generada en el público interno.
Finalmente determinamos la relación entre la comunicación bidireccional y el entendimiento
mutuo entre los colaboradores. Para elaborar nuestro estudio hemos elegido el diseño no
experimental, el tipo de investigación es aplicativa y de nivel descriptivo correlacional; se
ha desarrollado el método inductivo, deductivo, analítico y estadístico. La población está
formada por 45 unidades de análisis, colaboradores de una municipalidad de Lima Norte. Por
su parte, la muestra estuvo formada por 30 unidades de análisis.
Palabras clave: Administración de la controversia, Comunicación, Comunicación bidireccional, Comunicación interna,
Consenso, Contenido del mensaje, Credibilidad, Empatía, Mensaje, Públicos internos, Relaciones públicas.
Abstract
The main objective of our research is to understand how internal communication
relates to the management of public controversy in employees of a municipality located in
Lima. In the research process we established the relationship between message handling
and decoding of employees, as well as the relationship between source credibility and
empathy generated in the internal public. Finally, we determined the relationship between
the bidirectional communication and mutual understanding among the partners. To develop
this study we have chosen the non-experimental design, applicative research is correlational
and descriptive level; it has developed inductive, deductive, analytical and statistical method.
The population consists of 45 units of analysis, employees of a municipality of Lima. For its
part, the sample consisted of 30 units of analysis.
Keyword: Management of public controversy, Communication, Bidirectional
communication, Internal communication, Consensus, Message content, Credibility,
Empathy, Message, Internal audiences, Public relations.
1. Introducción
El presente artículo es resultado de una investigación realizada en un municipio limeño y nos
permite conocer de qué manera la comunicación interna se relaciona con la administración de
la controversia pública en los gobiernos municipales. Para conseguir nuestro objetivo, hemos
aplicado la técnica de la encuesta, logrando respuestas valiosas que servirán a quienes en el
futuro deseen ejercer las Relaciones Públicas. Asimismo, la revisión de la literatura sobre el
tema nos ayudó a presentar un sustento teórico significativo.
La revisión de la bibliografía sobre el tema nos ha permitido observar la importancia
que deberían darle las organizaciones a la comunicación con sus públicos, especialmente
con los públicos internos o colaboradores. Más aun en el caso de instituciones públicas.
Esto con la finalidad de conseguir un impacto positivo ya sea en términos de identidad,
compromiso o en actitudes a favor de la organización, reduciendo la aparición de posibles
conflictos o situaciones de crisis que afecten el desarrollo armónico de las actividades
institucionales.
Podemos afirmar que existen grandes diferencias en la manera en que las comunicaciones
son abordadas en las diversas instituciones públicas de nuestro país. Algunas planifican sus
estrategias y tácticas comunicacionales o ponen la comunicación en manos de relacionistas
públicos profesionales, mientras que otras no le dan al tema la importancia que merece,
dejándolas casi al azar o en manos de personal no calificado, lo que resulta contraproducente
y dañino para la organización.
Lamentablemente, en la mayoría de casos, la teoría no encuentra reflejo en la práctica,
donde observamos poco esfuerzo y escasa creatividad al momento de aplicar o ejecutar la
comunicación interna a fin de generar algún tipo de impacto significativo en los colaboradores,
además de reducir el rumor y satisfacer la legítima necesidad de los colaboradores de estar
informados sobre lo que ocurre en la institución. Por otro lado, es apreciable el aporte de
estudiosos de las RR. PP. latinoamericanos, quienes han contribuido de manera entusiasta
y significativa al tema de la administración de la controversia pública mediante valiosas
investigaciones, los cuales no sólo incrementan el material bibliográfico de consulta, sino
que brindan un fundamento teórico, metodológico y axiológico fundamental para la actividad
de esta apasionante profesión.
Es en el sector público donde este tema se torna relevante. Es en las municipalidades donde
muchas veces se suman (a los problemas de esfuerzo y poca creatividad ya mencionados)
la falta de apoyo de la alta dirección, los escasos recursos económicos disponibles y la
incomprensión de lo que son o no son las RR. PP. Así, consideramos que en la práctica de las
RR. PP. la administración de la controversia pública y la construcción del consenso se han
constituido en pilares fundamentales del ejercicio profesional, cuyo principal objetivo será
desarrollar comunicaciones fluidas y de doble sentido entre autoridades y colaboradores para
lograr el entendimiento mutuo.
En un mundo en permanente conflicto, las RR. PP. se presentan como la ciencia y el arte
capaz de tender puentes de comprensión a través de la comunicación y la construcción
de relaciones humanas sólidas y fraternales. De esta forma, desde la organización se
puede comenzar a construir una sociedad donde impere la comprensión entre los seres
humanos.
2. La generación de significados y la comunicación interna
De acuerdo con la etimología, el término “comunicación” proviene del latinismo comunicatio,
el cual tiene su raíz en el sustantivo comunico, que significa ser parte o participar de algo
común (Com, 2011: 7). En este sentido, la comunicación “implica algún tipo de relación o de
unión entre dos partes, que se conectan o se corresponden entre sí de algún modo” (Ballenato,
2013: 37). Consideramos a la comunicación como un proceso dinámico entre actores sociales
que tienen como objetivo construir puentes de entendimiento entre quienes participan de
dicho proceso.
Como todo proceso, la comunicación no se presenta como un hecho súbito e inesperado, sino
que es un suceso continuo que se desarrolla en un espacio y tiempo determinados, los cuales
afectan el proceso comunicativo. Son cambiantes también las circunstancias personales y
sociales de los interlocutores. De otro lado, en cuanto al término “interno”, se refiere a la
orientación o destino de la comunicación dirigida específicamente al público interno de
cualquier organización. Black (2004) sostiene que los públicos internos son sus empleados,
incluyendo a los de tiempo parcial, directivos, practicantes, dirigentes sindicales, así como
a los directivos y empleados de las filiales, sean del país o del extranjero. Por lo tanto,
podemos considerar como público interno a todo el conjunto de personas que hacen parte de
una organización, quienes además están directamente vinculados a esta. En algunos casos se
incluyen también a contratistas, proveedores y distribuidores.
Definimos a la comunicación interna como el conjunto de mensajes dirigidos a los
colaboradores y clientes internos. Brandolini, González y Hopkins (2009: 25) la definen como
la comunicación “específicamente dirigida al público interno, al personal de una empresa, a
todos sus integrantes y que surge a partir de generar un entorno productivo armonioso y
participativo”. Por lo tanto, la posibilidad de lograr esta comunicación interna gira alrededor
de las relaciones humanas armónicas que se van desarrollando. Incluimos (como parte de este
tipo de comunicación) a las herramientas, instrumentos y técnicas que buscan favorecer el
diálogo y la comprensión. Entre sus beneficios, podemos decir que la comunicación interna
permite que los colaboradores se sientan parte activa de la organización, incrementando su
participación y favoreciendo la aceptación de iniciativas, impulsándolos hacia la integración,
motivación y desarrollo personal, volviéndose “una nueva y efectiva herramienta de gestión
que mejora la competitividad organizacional y el clima de trabajo (ibídem: 7).
Se afirma que la acción comunicacional es considerada como una de las principales funciones
de las RR. PP. en cuanto permite a la organización mantener la coordinación entre sus distintas
partes y alcanzar así su característica esencial: ser un sistema que funcione adecuadamente.
En tal sentido, el Colegio Profesional de Relacionistas Públicos del Perú (2015), en sus
normas legales, señala que la comunicación es un medio substancial de su actividad,
orientado a la integración social y humana de las organizaciones con sus públicos y (a través
de una visión interdisciplinaria) ayuda a construir relaciones equilibradas y armoniosas con
dichos públicos en la obtención de sus respectivos objetivos. Recordemos que lo acontecido
en el entorno laboral será constantemente interpretado por los colaboradores. Es así, que la
acción comunicacional debe ser parte de las políticas de gestión y las estrategias propias de la
organización, lo que da lugar al concepto de “comunicación estratégica”.
Es posible clasificar la comunicación interna de dos maneras diferentes: a) según la dirección de
los mensajes; y b) según el origen de la información. En la primera se habla de comunicación
descendente, ascendente y transversal u horizontal. . En la segunda categoría nos referimos a
comunicación formal e informal. Brandolini, González y Hopkins (2009: 34-35) explican
que la formal es “una forma de comunicación que aborda temas laborales principalmente. Es
planificada, sistemática y delineada por la organización”, mientras que la informal es “una forma
de comunicación en la que se abordan aspectos laborales, que no circula por los canales formales”.
La comunicación informal puede ser contraproducente en cuanto puede crear un ambiente
negativo entre el personal, ya que muchas veces gozan de una alta credibilidad, aunque no se
pueda comprobar su veracidad ni identificar la fuente original. En este sentido, Black (2004)
advierte que una buena manera de combatir la amenaza del rumor es mantener informados a
nuestros colaboradores, de la mejor forma y en el tiempo oportuno.
La importancia de la comunicación interna destaca cuando analizamos su rol dentro de
la organización a la luz de la teoría del “interaccionismo simbólico”. Sabemos que los
colaboradores desarrollan una estrecha relación con su organización. Al asimilar la cultura
organizacional, se genera una manera particular de interpretar los mensajes de la alta
dirección y todo tipo de elemento o circunstancia a la cual se le puede dar valor de significado.
Las personas se relacionan con los objetos de su entorno (según su interacción con otros
individuos) y desde los significados que dichos objetos y personas tienen para ellos mismos.
Los significados se generan a partir de los procesos de interacción social y de comunicación.
Entendemos, que la comunicación se torna en un aspecto fundamental, tanto en la constitución
del individuo como en la producción social de sentido. De esta manera, los colaboradores
siguen un proceso de selección, organización, reproducción y transformación de significados
en los procesos interpretativos según sus expectativas, intereses y proyección social al interior
de la organización a la cual pertenecen. En el entorno social, la organización funciona como
un sistema de significados en la que los colaboradores irán desarrollando expectativas sobre
su propia conducta y la de los demás.
La mencionada teoría, propuesta por Mead y Blumer, tiene aún una gran vigencia y sirve
como sustento teórico a diversos trabajos dentro de las ciencias sociales. Según Fernández
y Galguera (2009: 167), “mediante la interacción permanente, vamos construyendo el
sentido de las situaciones sociales de la vida cotidiana”. Esta teoría nos plantea también una
correspondencia entre persona, entorno social y cultura, la misma que se manifiesta en el
universo simbólico que permite la comunicación y el sentido (o significado) que se le da a
todo aquello que pueda ser considerado como mensaje, tanto los instrumentos mismos como
los mensajes formales dentro de una organización (cartas, informes, avisos) y todo aquello
que de una u otra manera puede terminar significando algo (espacios, trato, colores, horarios,
uniformes, situaciones, momentos, etc.)
Por tanto, para incrementar la comprensión entre las partes y reducir los malos entendidos,
todo lo relacionado con la comunicación interna ha de ser considerado una herramienta
útil. Además, la organización debe procurar estar siempre dispuesta al diálogo y abierta
al consenso puesto que la cultura organizacional es la que determina en gran medida la
comunicación interna. El esfuerzo, en este sentido, deberá ser permanente para construir
relaciones y vínculos sólidos, fortalecer el compromiso de los colaboradores y lograr el
entendimiento mutuo.
3. Importancia del tratamiento del mensaje para permitir una correcta decodificación
Un error muy común cada vez que deseamos construir un mensaje y pretender que nos
entiendan es codificarlo según lo que consideramos efectivo como emisores, sin saber ni
conocer de qué manera este será interpretado por nuestro receptor. La selección de elementos
(palabras, colores, formas, etc.), la sintaxis empleada (disposición o relación de unos signos
con otros) y lo que cada signo termina por significar en la mente de nuestros receptores son
aspectos importantes de lo que llamamos “tratamiento del mensaje”.
Es necesario entender primero qué es el mensaje. Berlo (2004) lo define como una conducta física
que expresa el propósito de la fuente. El mensaje es entonces translación de ideas (imágenes,
opiniones, sentimientos, etc.) e intenciones codificadas mediante un agregado de símbolos
sistematizados. A este proceso de convertir el propósito de la fuente en mensaje se le llama
“encodificar”. En síntesis, el mensaje es aquello que la fuente desea hacer conocer a sus receptores
y que precisa ser colocado en un código común a ambos (emisor y receptor). Es por tanto
indispensable tener en cuenta los elementos, la estructura, el código y el contenido del mensaje.
Los elementos o unidades forman parte del mensaje y tienen que ser integradas u ordenadas.
A esta organización se le conoce como estructura: por ejemplo, en el caso de la palabra
“tesis”, cada una de las letras que la conforman serían las unidades o elementos y el orden
(determinado por el código) es la estructura. Ahora bien, la palabra “aula” puede ser un
elemento de universidad. Pero, a su vez, es una estructura si consideramos como elementos
términos como “carpetas”, “proyector”, “pizarra”, etc. Por lo tanto, unidades y estructuras
dependerán del nivel de análisis del mensaje. Por ese motivo, la estructura es fundamental en
tanto permite la correcta interpretación del mensaje.
En cuanto al código, podemos afirmar que es el conjunto de instrucciones o reglas para
disponer y ordenar las unidades. Al descubrir las formas sistémicas (donde se organiza
un conjunto de elementos) nos aproximamos al conocimiento del código. Por ejemplo, la
lengua, la música y casi toda forma de expresión artística implican un código. Aprendemos el
correcto empleo de un código mediante su uso al interior del grupo social al cual pertenece.
Los miembros de un grupo pueden comunicarse, ya que tienen en común un conjunto de
códigos apropiados para las diferentes circunstancias sociales en las que se interrelacionan.
Por tal razón, podemos afirmar que existe una relación muy estrecha entre código y cultura.
Una vez considerado todo lo relativo al código, debemos pensar en el contenido. Este es el
material del mensaje, el cual expresa el propósito de la fuente y que puede estar formado
por ideas, afirmaciones o juicios. Es decir, toda la información que la fuente proporciona al
receptor. (Berlo, 2004: 48-53). La selección del contenido es una tarea delicada. Es necesario
analizar la información para determinar qué es lo importante, pero también es básico conocer
al receptor y entender cuáles son sus intereses. Según Ballenato (2013: 58), “algunas personas
tienen cierta dificultad para seleccionar lo esencial del contenido y transmitirlo de una forma
estructurada pero breve. Así, se pierden en largas disertaciones y explicaciones que animan al
receptor a desconectar en cuanto tienen ocasión”.
En esta tarea, el relacionista público deberá exigirse de manera permanente. La experiencia
(y sobre todo la evaluación permanente de los resultados) le ayudará a elegir mejor los
contenidos. Por estas razones, entendemos que el tratamiento del mensaje incide, de manera
relevante, en la correcta decodificación del mensaje. Esto último implica una diversidad de
acciones y habilidades. Es necesario tomar en cuenta también las circunstancias que rodean
el acto comunicativo. Berlo (2004: 54) indica que en la decodificación “hacemos inferencias
en cuanto al propósito de la fuente, a sus habilidades comunicativas, sus actitudes hacia
nosotros, su grado de conocimiento y su posición. Tratamos de establecer qué tipo de persona
puede haber emitido esta clase de mensaje”.
Cada vez que el receptor se enfrenta a un mensaje trata de comprender qué es lo que pretende
la fuente; calcula aspectos como el vocabulario, las actitudes (hacia al emisor, hacia el tema y
hacia sí mismo), si es una fuente experta en el tema, cuál es su propio conocimiento del tema,
las circunstancias, etc. Esta es una etapa importante del proceso comunicativo y una tarea que
(aunque le compete básicamente al receptor) exige una correcta planificación del emisor. La
decodificación es un proceso en el cual el receptor descifra el mensaje de la fuente gracias a
su conocimiento del código y a sus habilidades sensoriales.
En este proceso se deben considerar diversos aspectos psicoafectivos y psicosociales que
influyen en los interlocutores y determinan el sentido de la comunicación. Según Niño (2002)
todo proceso comunicativo se reduce a dos grandes fases: la producción y la comprensión.
Comprender el mensaje es descubrir el propósito de la fuente y deducir la información que
dicho mensaje contiene. El subproceso de comprensión del mensaje involucra la recepción,
decodificación e interpretación del mensaje según el código elegido por el emisor, el campo
de experiencia y el contexto comunicacional.
Tras la explicación del código y su importancia, nos ocuparemos del campo de experiencia al
cual podemos definir como “espacio común”. Schramm afirma que se llama así “al conjunto
de conocimientos, opiniones, actitudes, ideología y cultura, en general, resultado de las
experiencias de la vida, lo cual condiciona, de alguna manera, los procesos de comunicación
entre las personas” (ápud Niño, 2013: 38). Las enseñanzas adquiridas en la escuela a la que
asistimos, lo que aprendimos en la familia, las películas que hemos visto, las charlas que
compartimos con amigos o desconocidos, los patrones culturales aprendidos, todo forma
parte de ese campo de experiencia que nos permite construir significados comunes que
posibilitan la comprensión entre interlocutores.
El contexto se refiere al conjunto de situaciones en las que está inmerso el acto comunicativo.
Es decir, las condiciones personales y sociales que experimentan los interlocutores, el
espacio físico, las circunstancias, etc., y que definen el tema o los temas a tratar, el grado
de formalidad, los niveles de interacción y otros aspectos que pueden influir en el éxito o
no de la comunicación. Según Niño (2002: 49) nos permite “solucionar un conflicto de
ambigüedad, anomalía u otra irregularidad semántica”. Se precisa la existencia de un contexto
“extraverbal” y uno “verbal”. Este último atañe a las circunstancias o condiciones lineales de
los enunciados, es decir, se centra en el diálogo.
Así, todos los factores del tratamiento del mensaje y los condicionantes para una adecuada
decodificación inciden en algo importante: el significado o los significados que emisor y
receptor comparten. Guiraud sostiene que “el significado es una construcción mental” (ibídem:
51). Los significados se encuentran en las personas, no en las palabras. Se van aprendiendo
por medio de la experiencia y surgen o se desarrollan en la cultura de cada grupo social.
Para comprender mejor la definición de significado es necesario recordar qué es el signo.
Se lo define como todo elemento que permite referirnos a algo distinto de sí mismo. Para
algunos es una entidad diádica formada por un significante (parte material y perceptible) y
por un significado (parte inmaterial, concepto o idea asociada al significante empleado). Para
autores como Peirce, el signo es triádico, constituido por el representamen o signo, el objeto
y el interpretante o conjunto de ideas asociadas al signo o representamen.
El proceso que permite esta relación entre significante y significado se llama “semiosis”.
Consideramos como significantes no solo palabras sino cualquier elemento, más allá de la
materia que lo constituye y que puede servir para transmitir un significado, Debemos precisar
que por concepto no nos referimos solamente a la definición que aparece en los diccionarios,
sino a todo aquello que genera en el receptor la percepción del significante. Incluyendo
ideas, emociones o conductas. La cultura organizacional le asignará un significado particular
a todo elemento convirtiéndolo en signo y todo signo generará conductas e ideas en los
colaboradores. Conducta e ideas que nos conducen a la comprensión o a la controversia.
En las encuestas aplicadas entre los colaboradores de un municipio de Lima encontramos
que el inadecuado tratamiento del mensaje dificulta la correcta decodificación del mensaje.
Figura 1: Resultados de encuestas - colaboradores municipio
Fuente: Elaboración propia
Podemos notar que en cuanto a los elemento o unidades (palabras e imágenes) empleados en el tratamiento del mensaje, los colaboradores afirman que son fáciles de comprender, el problema parece estar en otros aspectos. La información no siempre llega de manera oportuna, el acceso a la información no es el mejor y esto porque no se eligen los medios más adecuados. La información recibida no siempre es de interés para los colaboradores, a pesar que les permite tener un conocimiento mayor de las actividades realizadas por la institución. Asimismo, es necesario mejorar el estilo de redacción.
4. La credibilidad de la fuente en la generación de empatía
Es bastante conocido el aporte de Hovland: sus conclusiones señalan la importancia de la
credibilidad de la fuente para lograr la eficacia persuasiva en el acto comunicativo (ápud Otero, 1997).
En ese sentido, un mismo mensaje emitido por una fuente digna de crédito y alta
confiabilidad ofrece mejores resultados. Nothstine (1992) hace referencia a la credibilidad (que
surge de ser percibidos como interlocutores competentes, honestos, dinámicos, preocupados
por las necesidades y valores de nuestro público y no solo por las nuestras), como la cualidad
más importante que podemos tener como comunicadores. Podemos establecer entonces que
la credibilidad genera la confianza necesaria para aceptar los mensajes. Esto se debe a que las
relaciones humanas se basan en la confianza, la cual fortalece la comunicación.
Esta confianza en la fuente surge, en primer lugar, de la coherencia entre el decir y el actuar.
Cuando se percibe coherencia en la fuente, los receptores están más dispuestos a aceptar las
propuestas que se les plantea y es factible ganar su predisposición o buena voluntad hacia
los objetivos organizacionales. En segundo lugar, la confianza se da cuando se reconoce el
conocimiento que la fuente o emisor tienen en el tema tratado. Barquero y Barquero (2005)
afirman que no es importante si el informador (fuente) pertenece o no a la organización, sino
que este sea reconocido como una autoridad o especialista en la materia que trata.
Para Pereira y Flores (2010: 23), “la verdadera confianza no es gratuita, sino resultado
de la experiencia; es decir que nosotros confiamos en las personas que ya anteriormente
han demostrado una conducta honesta y responsable”. Los públicos evalúan de manera
permanente nuestra conducta y no gustan de percibir divergencias entre lo que se expresa
y lo que se hace. Simon (2009) nos recuerda que si el receptor considera que la fuente tiene
algo que ganar, tendrá menos probabilidades de ser confiable. El mismo mensaje se juzga
de manera más favorable cuando es emitido por un comunicador de gran credibilidad y si el
tema es de una naturaleza poderosamente técnica, se confiará más en aquellos a quienes se
les considera expertos.
La confianza es importante para generar empatía. Cabe destacar que el receptor tendrá que
hacer un esfuerzo para entender lo que la fuente quiere comunicarle. Y la pregunta es ¿por
qué tendría que hacerlo? Una de sus motivaciones será la empatía que sienta por la fuente
o emisor, que en la organización se traducirán como identidad y sentido de pertenencia.
Entendemos empatía como la capacidad que tenemos como seres humanos de conectar con
otras personas y responder a sus necesidades. Según Goleman (2009: 13) es la “captación de
sentimientos, necesidades e intereses ajenos”. Comúnmente se la define como “ponerse en
los zapatos del otro”. Es decir, tratar de juzgar, evaluar o apreciar las cosas desde lo que el otro
realmente vive y experimenta. Quien tiene el propósito de comunicar algo debe proponerse
comprender el marco de realidad de sus receptores, además de esforzarse en impulsar dicha
empatía a fin de lograr disposición y voluntad para la aceptación de los mensajes.
Fomentar la empatía no es fácil. Debemos dejar de lado lo que supuestamente
sabemos del receptor y estar dispuestos a mirarlo como si lo hiciéramos por primera
vez (Rosenberg, 2006). Es necesario no anticipar respuestas ni juicios sin conocer
las necesidades o situación del receptor o sin tener la certeza de haber realizado una
interpretación correcta del propósito de nuestros destinatarios. La empatía es el paso
previa a la completa interacción (objetivo ideal de la comunicación) según Berlo (2004:
94-113), quien plantea cuatro niveles:
El citado autor indica que existen dos teorías que explican la empatía. La teoría de la empatía
basada sobre la inferencia. La cual indica que al observar nuestra conducta física y relacionarla
simbólicamente con nuestros estados psicológicos internos adquirimos significados para esa
conducta. De tal manera, una conducta similar observada en otra persona deberá tener el
mismo significado.
La segunda es la teoría de la empatía basada en el desempeño del rol, donde se considera que
las personas desarrollan conductas empáticas basándose en conductas físicas observables en
otros. Será importante primero haber desarrollado el concepto de sí mismo. En un principio
estas conductas carecen de significado. Pero, las conductas que se van ejecutando son
recompensadas. Por tal razón, la persona las retiene. A medida que obtiene los resultados
esperados, aumenta la ejecución de la conducta que mejores recompensas les ofrece.
Por ejemplo, en las organizaciones, los nuevos colaboradores tienden a imitar lo que hacen
sus superiores o la conducta de los empleados más antiguos. Poco a poco van asignándole
significados a las conductas observadas e imitadas, construyendo un universo simbólico que
define su realidad. Es decir, se definen los signos que emplean, la manera de utilizarlos y
su sentido. Así, podemos concluir que ser empático significa ser comprensivos. Tratar de
evaluar cada situación y observar cada aspecto de la comunicación desde la perspectiva de
nuestro interlocutor. Esto se logra, respetándolo, así como considerando sus sentimientos,
habilidades, necesidades y propósitos.
Los estudios aplicados en relación a la credibilidad y la empatía arrojan los siguientes
resultados:
Figura 2: Resultados de encuestas - colaboradores municipio
Fuente: Elaboración propia
Teniendo en cuenta que la credibilidad es una de las cualidades más importantes que un comunicador puede poseer, más aún si pretende generar empatía en sus receptores, este cuadro nos permite observar los niveles de confianza que muestran los colaboradores. Lo lamentable, es el número de indecisos ante cada respuesta. Esto respondería a que los colaboradores perciben falta de objetividad en los mensajes. La baja filiación de colaboradores con las normas puede ser también un tema preocupante, aunque sí existe una alta filiación con los valores institucionales. Es recomendable que se aproveche la credibilidad de los voceros y la confianza en la información recibida para fortalecer el diálogo y el debate.
5. Motivar la comunicación bidireccional para lograr el entendimiento mutuo
Una de las principales características de todo proceso de comunicación es la bidireccionalidad.
Es decir, que los mensajes fluyan desde la fuente hacia el receptor y viceversa. Toda
organización ha de establecer los canales necesarios no sólo para hacer llegar sus mensajes
a los públicos, sino también para permitir que estos públicos se manifiesten y puedan
realimentarlas dándoles a conocer su opinión y su sentir. Los canales de comunicación
(ascendentes y descendentes) han de permitir la emisión y recepción de mensajes en ambos
sentidos.
En ese sentido, comunicarse no sólo implica que el emisor sepa decir, sino también que
sepa escuchar. Si realmente deseamos comunicarnos, debemos estar atentos a las respuestas
y reacciones de nuestros receptores. Todo mensaje que los receptores envían de retorno
a la fuente se conoce como realimentación. La realimentación o feedback es uno de los
elementos internos del proceso comunicativo. Diez (2011) destaca su importancia cuando
nos dice que esta información le permite saber al emisor si su mensaje fue recibido, si ha sido
adecuadamente interpretado y si este fue utilizado.
En la comunicación “cara a cara”, el emisor puede evaluar las palabras y los aspectos propios
de la comunicación no verbal implícitos en la respuesta recibida, tales como los kinésicos
(gestos y movimiento corporal), proxémicos (distancias y espacio) y paralingüísticos (tono,
ritmo y volumen de la voz). Las organizaciones no deben dejar de evaluar la realimentación
de sus públicos. Es recomendable motivar o generar canales adecuados para analizar
y evaluar toda la realimentación a fin de conocer el nivel de aceptación e influencia de
nuestros mensajes. Si afirmamos que la comunicación es un proceso que se completa con la
respuesta del receptor, la realimentación en las organizaciones, como afirma Simon (2009),
es el componente propio de las acciones comunicacionales que completa el proceso de las
relaciones públicas.
El área de RR. PP. deberá construir un modelo de comunicación que permita el diálogo y
que los mensajes se emitan en ambas direcciones, valorando las respuestas de sus receptores.
A esto se le conoce como modelo simétrico bidireccional. Grunig y Hunt (2000: 75-104)
nos recuerdan que a lo largo de la historia, los profesionales de las relaciones públicas han
empleado cuatro modelos de comunicación. Estos son:
En cuanto al entendimiento mutuo, al referirnos a la organización y sus públicos, se le
considera como uno de los principales objetivos de las RR. PP. La definición de RR. PP. del
British Institute of Public Relations que nos presenta Grunig y Hunt (2000: 54) reafirman
lo anterior al subrayar “el esfuerzo planificado, deliberado y sostenido para establecer y
mantener una comprensión mutua entre una organización y su público”. Este entendimiento
mutuo, comprensión mutua o consenso va a ser el resultado, en gran medida, de una correcta
aplicación de las herramientas de comunicación y del manejo o administración adecuada de
la controversia pública al interior de las organizaciones.
Teniendo clara esta idea, es posible interpretar las RR. PP. como una pedagogía del consenso.
Este interesante paradigma, propuesto por Solórzano y Pérez Senac, afirma que para conseguir
una labor óptima en RR. PP. es necesario considerar a la integración humana como un proceso
educativo el cual necesita un método que nos ayude a vencer los obstáculos y límites que no
permiten el desarrollo de auténticas relaciones y comunicaciones (Solórzano, 2013). Los
citados autores enfatizan la capacidad humana para relacionarnos y comunicarnos, así como
el rol destacado de las RR. PP. Además, integran la administración de la controversia pública
entre las propuestas teóricas, metodológicas y axiológicas como elemento constitutivo de
este paradigma. De esta manera, concluyen lo siguiente:
Podemos señalar que las RR. PP. se fundamentan en la confianza mutua entre la organización
y sus públicos, teniendo como base el intercambio de información con credibilidad y la
conducta ética que legitima sus propuestas. Esta cultura de la confianza ha de ser promovida
persistentemente. La bidireccionalidad, promovida desde la alta dirección, evidencia el
valor que la organización le da a la interacción con sus públicos, teniendo como meta lograr
compromisos en el largo plazo. Dichos compromisos se orientan a la solución de problemas,
respetando los intereses de ambas partes y no buscando solo influir en los receptores.
El objetivo es la comprensión consenso o entendimiento mutuo. Esto es posible gracias
a la investigación previa que ayuda a conocer la situación de los públicos, así como sus
intereses, expectativas y necesidades. Asimismo, se necesita de la buena predisposición de
la organización para estar siempre atenta y abierta al diálogo. La sentencia “hacerlo bien y
hacerlo saber” (que define en parte las actividad de las Relaciones Públicas) debe tener como
referente la ética de las acciones comunicacionales y relacionales, a fin de ratificar, certificar
y avalar sus propósitos. Esta coherencia entre comunicación y relación humana aumenta la
cultura de confianza, permitiéndonos alcanzar el consenso.
Según Solórzano (2000: 6) “el uso originario del lenguaje está fundamentalmente orientado
hacia el entendimiento, frente al cual todas las demás circunstancias se comportan de forma
secundaria”, haciendo una referencia a los aportes de Habermas quien desarrolla la “teoría
de la acción comunicativa”. En esta teoría, Habermas (1999) considera al lenguaje como
una dimensión constitutiva de la actividad humana. De esta manera se separa de pensadores
como Adorno, Horkheimer o Gramsci, esbozando que este tipo de cambio debe darse en un
ámbito simbólico o ámbito comunicativo de interacción y entendimiento entre los sujetos,
que bien podría ser el de las organizaciones. Considera, además, que la sociedad está hecha
de relaciones comunicativas. Por lo tanto, cuando no se utiliza el lenguaje para lograr el
entendimiento su fin es parasitario.
Este consenso o entendimiento sólo será posible si la argumentación de los actores sociales
cumple ciertas condiciones. En primer lugar, el enunciado que realiza el hablante debe ser
comprensible para sus interlocutores. Luego, el hablante tiene que ser confiable. En tercer
lugar, la acción pretendida debe ser correcta o afín al marco normativo y, finalmente, la acción
del hablante debe corresponder a lo que piensa. De otro lado, es necesario que la acción
comunicativa se desarrolle en un espacio ideal en términos de oportunidad de participación
en igualdad de condiciones para todos los interlocutores (Garrido, 2015).
Consideramos a las RR. PP. como una actividad profesional orientada a la búsqueda de
convergencias. Este consenso o entendimiento mutuo es posible cuando las relaciones
humanas y las acciones comunicacionales siguen una perspectiva ética que las orienta a
superar la búsqueda de objetivos egoístas y personales y toma en cuenta las necesidades de
todos los públicos, considerados como actores sociales. Si la acción relacional está inmersa
en una ética y moral adecuadas, entonces legitimarán nuestras acciones comunicacionales.
Para ello, el ser humano, en su praxis social, deberá emplear el lenguaje con el propósito
principal de lograr el entendimiento mutuo.
Figura 3: Resultados de encuestas - colaboradores municipio
Fuente: Elaboración propia
Si bien es cierto que los colaboradores manifiestan que la institución promueve el diálogo
abierto, es necesario mejorar los canales de comunicación ascendente. Eso ayudaría a
demostrar que existe un interés legítimo por atender los mensajes del público interno y por
aceptar la realimentación como un elemento fundamental para el entendimiento mutuo, algo
que hasta el momento no se está logrando.
Además, los colaboradores señalan que existe el diálogo, pero consideran que esto responde
más al interés de la institución y no de sus propias necesidades; por tal razón, se reduce la
identificación con las políticas institucionales y disminuyen las relaciones colaborativas entre
el público interno. Lo rescatable es que la investigación demuestra que existe el deseo y la
voluntad de proponer soluciones. Por lo que se ratifica la necesidad de mejorar los medios de
comunicación ascendente.
6. La administración de la controversia pública
En cuanto a administrar podemos relacionarlo con ordenar, dirigir, suministrar o disponer.
Así, Correa (2014: 6) arguye que la administración se define como “el proceso de diseñar y
mantener un entorno en el que, trabajando en grupos, los individuos cumplan eficientemente
objetivos específicos”. Es común emplear el término “gestionar” para referirse a “administrar”.
Hacemos esta aclaración pues al tratar el tema de administración en la controversia pública
algunos autores emplean la expresión “gestión de conflictos latentes”.
En cuanto a la definición de “controversia”, es necesario diferenciarla de la de “conflicto”,
ya que en muchas oportunidades son términos empleados como sinónimos. Entendemos por
controversia el debate o discusión que puede existir entre dos partes con respecto a un tema.
En cambio, el conflicto se hace evidente cuando una controversia no ha sido adecuadamente
tratada. Así, el conflicto se refiere a lucha, enfrentamiento o problema.
Solórzano y Pirotte (2006) definen controversia como la incompatibilidad de opiniones
y pareceres. Una discusión extensa y meticulosa que puede estar oculta, la misma que de
no ser administrada adecuadamente puede llegar a convertirse en conflicto. Los citados
autores definen el conflicto como “situación extrema. Proceso que comienza cuando una
parte percibe en forma cabal que la otra afecta en forma negativa sus intereses” (ibídem: 91).
Mientras resulta positivo motivar la controversia en tanto incentiva la generación, desarrollo,
evaluación y aplicación de ideas que se presentan como alternativas de acción, debemos
evitar el conflicto, pues ocasiona una pugna entre las partes implicadas, provocando las crisis,
afectando a la organización de tal manera que, incluso, pueden impedir la consecución de
algunos de sus objetivos.
Para referirse a la administración de la controversia pública, autores como Xifra (2009:
7), emplean el anglicanismo issues management o la expresión “gestión de conflictos
potenciales”, cuya definición reza de la siguiente manera:
“La gestión de conflictos potenciales (GCP, o gestión de temas potencialmente conflictivos: issues management) constituye la aplicación de comunicación entre las organizaciones y sus públicos en un contexto muy específico: la elaboración de las políticas públicas. De ahí que en sus inicios se hablara de public issues management. Sin embargo, al final su desarrollo en ese ámbito ha ofrecido un modelo de actuación aplicable a cualquier problema de relaciones públicas”.
De esta manera, se debe valorar la posibilidad de ampliar el rango de actividades de RR. PP.
y orientarlas a la labor de escuchar a los públicos para conocerlos, entender sus percepciones
y fomentar el diálogo. Se considera a la administración de la controversia pública como una
de las principales funciones de la comunicación en el ámbito de las RR. PP. en la actualidad.
Esta realidad es planteada por Solórzano (2013), quien nos dice que las RR. PP. no deberían
limitarse a la aplicación de técnicas de comunicación, ya que resultan ser más complejas
y más amplias. Por tanto, no habrá de restringirse sólo a la imagen de las organizaciones.
Deben, además, estar al tanto de las actitudes y opiniones que emanan de la discusión sobre
temas de interés para los públicos, temas que pueden ser controversiales, a fin de encontrar
puntos de convergencia o entendimiento.
Para cumplir adecuadamente esta función, se recomienda aplicar el modelo estratégico
propuesto por Xifra (2010), el cual es comparable con el modelo estratégico propio de las
RR. PP. que comprende a la organización (su tamaño y recursos) y la complejidad de los
problemas por resolver. Se plantean cinco etapas:
El modelo estratégico es un proceso cíclico que exige observar y evaluar la realidad permanentemente. Aplicar los correctivos necesarios y volverlos a evaluar. La administración de la controversia pública saca a la luz temas de interés, incentiva el debate de las partes implicadas y propone soluciones evitando la aparición de conflictos. Recordemos que la comunicación es un proceso que requiere de una planificación cuidadosa, conocer a nuestros receptores y sus intereses y que las fuentes con mayor credibilidad son las que logran mejores resultados.
7. Conclusiones
La institución objeto de estudio ha descuidado detalles importantes relacionados con el
tratamiento del mensaje: la información no llega de manera oportuna, no es fácil para los
colaboradores acceder a ella y no siempre es de su interés. Asimismo, la encuesta evidencia
que no se está aprovechando adecuadamente el empleo de las imágenes como elementos
valiosos e imprescindibles en todo medio de comunicación.
Los altos niveles de indecisión en las respuestas se deben a la falta de información objetiva que
los colaboradores perciben en los mensajes de la alta dirección. Si bien manifestaron no tener
identificación con las normas, sí expresan una alta filiación con los valores institucionales,
lo cual es bastante positivo. Así, la credibilidad de los voceros debe ser aprovechada a fin de
fortalecer el diálogo y el debate.
Los colaboradores señalan que el diálogo responde más al interés de la institución y no al de
sus necesidades; por tal razón, se reduce la identificación con las políticas institucionales y
disminuyen las relaciones colaborativas entre el público interno. Lo rescatable es que existe,
en el público interno, el deseo y la voluntad de proponer soluciones. Es necesario mejorar
los medios de comunicación ascendente. En suma, El adecuado diagnóstico de la situación
organizacional permitirá planificar y ejecutar las estrategias de comunicación que impulsen
propuestas de solución tendientes al consenso.
BIBLIOGRAFÍA
Ballenato, G. (2013). Comunicación eficaz. Teoría y práctica de la comunicación humana.
Madrid: Pirámide.
Barquero, J. y Barquero, C. (2005). Comunicación estratégica: relaciones públicas,
publicidad y marketing. Madrid: McGraw-Hill.
Berlo, D. (2004). El proceso de la comunicación. Bueno Aires: El Ateneo.
Black, S. (2004). El ABC de la relaciones públicas. Barcelona: Gestión 2000
Brandolini, A.; González, M. y Hopkins, N. (2009). Comunicación interna. Buenos Aires: Dircom.
Colegio de Relacionistas Públicos del Perú (2015). “Normas legales”. Extraída el 26/
VIII/2015 desde
http://www.colegioprpperu.org/leyes.htm
Com, S. (comp.) (2011). Introducción a la comunicación. Buenos Aires: Ediciones Aula Taller.
Correa, F. (2014). Administración. Bogotá: El Cid Editor.
Diez, S. (2011). Técnicas de comunicación. La comunicación en la empresa. Bogotá: Ediciones de la U.
Fernández, C. y Galguera, L. (2009). Teorías de la comunicación. México D. F.: McGrawHill.
Garrido, L. (2011). “Habermas y la teoría de la acción comunicativa”. Extraída el 1/IX/2015
desde
http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/ultimas/38_Garrido_M75.pdf
Goleman, D. (2009). La inteligencia emocional en la empresa. Buenos Aires: El Cid.
Grunig, J. y Hunt, T. (2000). Dirección de relaciones públicas. Barcelona: Gestión 2000.
Niño, V.
_(2013). Semiótica y lingüística: fundamentos. Bogotá: Ecoe Ediciones.
_(2002). Semiótica y lingüística: aplicadas al español. Bogotá: Ecoe Ediciones.
Nothstine, W. (1992). Cómo influir en los demás. México D. F.: Iberoamérica.
Otero, E. (1997). Teorías de la comunicación. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
Pereira, J. y Flores, F. (2010). Relaciones públicas. Fundamentos, praxis y comunicación
corporativa en el tercer milenio. Lima: San Marcos.
Rosenberg, M. (2006). Comunicación no violenta: un lenguaje de vida. Buenos Aires: Gran Aldea de Editores.
Simon, R. (2009). Relaciones públicas. Teoría y práctica. México D. F.: Limusa.
Solórzano, E.
_(2013). “Relaciones públicas: aportes científicos de la escuela latinoamericana. Memoria
Científica: VII Congreso Internacional ‘Relaciones Públicas Latinoamericanas: escenarios
cambiantes, nuevos desafíos’”. Revista científica de la Asociación Latinoamericana de
Carreras Universitarias de Relaciones Públicas, núm. 7, pp. 79-90.
_(2000). “Relación humana, legitimidad y acción comunicacional. Propuestas teóricas
y metodológicas de las Relaciones Públicas”. Revista científica de la Asociación
Latinoamericana de Carreras Universitarias de Relaciones Públicas, núm. 1, pp. 5-11.
Solórzano, E. y Pirotte, A. (2006). Diccionario de uso para relaciones públicas. Lima:
USMP.
Xifra, J.
_(2010). Relaciones públicas, empresa y sociedad: una aproximación ética. Barcelona:
Editorial UOC.
_(2009). Comunicación proactiva: la gestión de conflictos potenciales en las organizaciones.
Barcelona: Gedisa.