El Mercurio y la prensa obrera: Dos enfoques
periodísticos
para construir nación
Recibido: 05 de octubre de 2012
Aceptado: 08 de mayo de 2013
Publicado: 29 de noviembre de 2013
Fernando
Rivas Inostroza
Resumen: Los medios de comunicación ayudan a construir simbólicamente la nación, principalmente a través de su acción
en el ámbito de la cultura y a través de ella en las más diversas facetas y
planos del quehacer ciudadano. Los modos de hacerlo, sin embargo, varían entre
unos y otros. Aquí revisamos y confrontamos lo hecho tanto por El Mercurio de Santiago en 1900, a
través de su primer y canónico editorial inaugural, así como también por parte
de otro editorial canónico, pero esta vez de la prensa obrera chilena,
redactado por uno de los próceres del sindicalismo chileno, como fue Luis
Emilio Recabarren.
El primer tipo de prensa apela indirectamente a sus lectores respecto del Chile deseado, mientras que la segunda es explícita y
directa, en un estilo más bien frontal y sin lugar a interpretaciones. Se trata
de dos modalidades de construir nación, que obedecen a las características de
ambos medios y al estilo pertinente para sus públicos. Sin embargo, sus estilos
son algo más que un simple asunto de retórica.
Palabras clave: Nación, prensa obrera, prensa sibilina, prensa objetiva, prensa pedagógica, prensa redentora, modelos de prensa,
élite, obreros, discurso.
Abstract: The media helps to symbolically build the nation by its effect, mainly on culture and, through it, on the different sides and areas of the citizens’ activities. However, the means vary. Here we review and compare what was done by El Mercurio de Santiago with its first and canonic editorial in 1900, to what was done by another canonical publication, this time a Chilean labor press. The latter was written by one of the dignitaries of the Chilean syndicalism, Luis Emilio Recabarren.
The first kind of press indirectly talks to the readers about the Chile expected, whether
on the second kind the message comes in an explicit and direct way, which
leaves nothing to open interpretation. Our work is about two different ways to
build a nation, which depend on the characteristics of both media and on the
relevant style to their target public. Nevertheless, their styles are not
simply a rhetoric issue.
Key words: Nation, Labor Press, Sybilline Press, Objective Press, Pedagogical Press, Redemptive Press, Journalistic Models, Elite, Labourer/worker, Speech.
1. Introducción: Funciones de la prensa
Es sabido que la acción de la prensa no se limita simplemente al hecho de “informar, interpretar, guiar y
divertir”, como aseguran algunos estudiosos del periodismo (entre ellos Fraser
Bond), sino que también cumple un papel con incidencia social, a través de la
continua formación y reformulación de la opinión pública.
La prensa crea opinión pública y a través de ella propicia la adopción de decisiones en los más variados
ámbitos, siendo las de tipo económico y políticas aquellas más evidentes. Se
trata del ancestral proceso humano que se inicia en el pensar, que se objetiva
en el decir y que se concreta finalmente en la acción, a través de la decisión.
En este sentido, la prensa cumple
un rol social significativo por cuanto aporta en la construcción de la
sociedad, al facilitar no sólo el diálogo sino que también algunos de los
insumos para la adopción de las decisiones, como por ejemplo en la elección de
las autoridades, que es el caso más evidente.
Sin embargo, su acción es mucho más amplia y remite
también a la formación y difusión de propuestas o modelos de sociedad que son
ofertados al espacio público como convenientes de impulsar, incluyendo muchas
veces un determinado orden social o la modificación del existente. Hay aquí una
relación estrecha entre la prensa y el ejercicio del poder, como expresión de
la hegemonía social y la constitución del poder al interior de la sociedad.
Históricamente, la prensa (al menos en Hispanoamérica) ha aportado en la construcción de las diferentes
naciones, principalmente después del término del dominio español y del
afianzamiento de los procesos independentistas. La prensa, al igual que en
Europa, tras la invención de la imprenta, sirvió como mecanismo de expansión
homogénea de las ideas y de las propuestas de transformación política, social,
cultural, económica y religiosa.
En nuestro continente, la prensa, en su amplia
diversidad (pues hay que tener en claro que tiene distintas y disímiles
expresiones) ayudó a la conformación de los nuevos Estados-naciones o al menos
aportó al debate para dicho proceso. En el caso de Chile, tal aporte se vio
desde los albores de la patria con La
Aurora de Chile y siguió posteriormente con una multiplicidad de
publicaciones periódicas de vida efímera y algunas que lograron arraigarse y
proyectarse en el tiempo como El Mercurio
de Valparaíso y El Ferrocarril, por
ejemplo, durante el siglo XIX
Sin embargo, es a finales de este siglo y a principios del siglo XX, cuando se produce una eclosión de nuevas
publicaciones, debido a las mejoras técnicas y al surgimiento de un creciente
mercado de lectores, así como por el incremento de la lectura debido al
desarrollo y expansión de la educación pública. En esta época, leer no era sólo
un recurso para informarse, sino que también constituía un medio para aprender,
para ascender socialmente, para obtener reconocimiento y adscribir a un grupo
social con estatus y prestigio. Es en esta época, durante el cambio de siglo,
que las publicaciones (y en especial los periódicos) logran un alcance masivo
en los distintos circuitos de la cultura letrada y en los diferentes niveles
sociales.
2. Aparición de la prensa obrera
Una
muestra de esta diversidad es la aparición de la prensa obrera y la
prensa satírica en los sectores populares, las cuales son
críticas del sistema social y reivindicativo del rol político, social y
transformador de los trabajadores.
Sin embargo, también es el momento para el surgimiento de nuevos y ambiciosos proyectos editoriales de la élite como El Mercurio de Santiago y posteriormente
el Diario Ilustrado, así como una
serie de publicaciones como la revista Zigzag,
también de El Mercurio; la revista Sucesos y una serie de diarios
regionales de igual origen mercurial.
Para apreciar esta diversidad y el modo de enfrentar la labor periodística, se han escogido dos publicaciones de la misma
época (1900 y 1901) que corresponden a dos estilos muy distintos de ejercer el
periodismo y de contribuir a la formación simbólica de la nación.
Se trata del editorial de la primera edición de El Mercurio de Santiago (1/VI/1900) y de un editorial del periódico
La Democracia (21/IV/1901), compuesto por Luis Emilio Recabarren, el reconocido líder
sindicalista, a quien se considera como el padre del movimiento obrero en
Chile. El primero lleva por título: “Dos palabras a los lectores de Santiago”,
en tanto que el segundo se denomina “El deber de la prensa obrera”.
El Mercurio (1/VI/1900) expone las razones de su aparición vespertina en Santiago:
“Dos palabras a los lectores de
Santiago
Debemos explicar en unas pocas palabras cuáles son los propósitos a que ha obedecido ‘El Mercurio’ al
ofrecerles desde hoy una edición especial al público de Santiago. La edición de
Valparaíso no puede llegar a Santiago sino en el espreso de cerca de las once
de la noche, hora que no es dable hacer el reparto de un diario ni encontrarse
lectores.
De esta suerte la distribución del Mercurio ha tenido que efectuarse en Santiago en la mañana del día
siguiente al de su salida, y a la misma hora en que ya están en circulación los
diarios de la mañana con las noticias telegráficas, recibidas en la noche,
después de publicado El Mercurio.
La edición especial que hoy se empieza a publicar en Santiago permitirá que los lectores de aquí puedan
aprovechar con toda oportunidad ese servicio telegráfico.
La diferencia puede ponerse más de manifiesto con
un ejemplo: Las noticias telegráficas del 31 de mayo recibidas del extranjero,
del norte y sur de la República, hasta después de las 11 de la mañana de ese
día no han podido ser conocidas por los lectores de Santiago sino hoy en la
mañana, mientras que con la edición especial que aquí se va a tirar, se van a
conocer a las 5 de la tarde del mismo día en que llegan de afuera. Así, en el
presente número, se dan noticias de Europa, llegadas hasta las 3 y 1/2 PM,
gracias a la diferencia de horario, pero que se refieren a noticias o hechos
acontecidos hasta las 7 de la noche de Argentina hasta las 4 PM y del Norte y
Sur del país, hasta la misma hora. Ya que para que el público pueda utilizar de
una manera más general los sacrificios hechos para dar a ‘El Mercurio’ un
especial servicio telegráfico, nos hemos visto en el caso de publicar una
edición en Santiago; hemos querido aprovechar el aparecimiento de esta para
inaugurar una colaboración ampliamente organizada y en condiciones tales que,
ajena a todo espíritu de partido o sectarismo filosófico o social, tenga un
verdadero carácter nacional, y pueda, mediante el concurso de ocho de nuestras
más distinguidas ilustraciones, publicar -sobre literatura, ciencias sociales,
jurisprudencia, bellas artes, diplomacia, higiene, ciencia militar y ciencias
matemáticas y astronómicas- revistas en que estas interesantes materias sean
tratadas con mayor detención y profundidad que en los artículos del día,
escritos al correr de la pluma con la misma improvisada rapidez de los
acontecimientos.
Por lo demás, al dirigir nuestra primera palabra al
público de Santiago en esta edición dedicada especialmente a él no tenemos para
qué explicarles cuáles son los propósitos a que obedece ‘El Mercurio’ porque
aún cuando su circulación ha sido aquí sumamente inferior a la de Valparaíso no
por eso han podido ser desconocidos los propósitos de su misión, que cada día
se han acentuado más a medida que han ido creciendo también en importancia,
junto con el país, los intereses nacionales que incesantemente llaman nuestra
atención.
Conocida es ya, hasta ser tradicional, la respetuosa y tranquila actitud del Mercurio para discutir con
serenidad inalterable las más graves materias del orden político, económico,
administrativo o internacional, sin salir de los límites de la moderación, por
más que en algunos casos tocara a rebato el fervor de la pasión patriótica o el
ardimiento de la de partido.
Esa norma de conducta, que es ya una tradición para El Mercurio, no habrá de alterarse jamás; como tampoco habrá
de olvidar en ningún caso que el decano de la prensa en Chile no puede
afiliarse entre los elementos de agitación que propenden a exaltar las
pasiones, sino entre los elementos de orden que tienen que estar siempre del
lado de todo aquello que asegura la estabilidad social, política, económica y
administrativa, y el cultivo de nuestras relaciones de paz y cordialidad con
todas las naciones del mundo;
sin que esto signifique que nos desentendamos del
abuso, del error o de los extravíos cuando en ellos se incurra en cualquier
ramo de nuestra actividad nacional, o en el ejercicio de cualquiera de nuestros
poderes públicos, de cuya rectitud en el cumplimiento de sus deberes depende la
estabilidad de esos mismos poderes, la de la nación y la prosperidad de todos
sus intereses. No habrá tampoco de alterarse en lo más mínimo el carácter del
Mercurio, que es el de una entidad moral consagrada patrióticamente a los
intereses del país, sin representación personal de ningún género, de tal suerte
que en la redacción de las columnas del Mercurio no aparece jamás ni la persona
A ni la persona B, sino una elevada personalidad moral, impalpable, ya para ser
deprimida por los ataques, ya para ser ensalzada por los aplausos.
Las columnas de El Mercurio son arsenales donde se forjan armas que jamás pueden herir a las personas, y son a
la vez almenas donde sus combatientes no pueden sentirse heridos con los
proyectiles envenenados que personalmente pudieran dirigirles del campo
contrario.
El diario, decía Ambrosio Montt, es una voz que sale de las entrañas de la sociedad, como el trueno y el
relámpago salen, resuenan y alumbran desde el seno de la atmósfera.
En efecto no hay para que averiguar quien es el que habla cada vez que se oye esa voz; porque lo
importante no es saber qué persona emite las ideas, sino qué valor tienen en sí
mismas, hasta qué punto interpretan con fidelidad los verdaderos intereses del
país y están inspiradas en la justicia, la verdad y el derecho.
No hay tampoco para qué averiguar si quien emite esas ideas es rico o pobre, nervioso o flemático, creyente o
libre pensador, reaccionario, conservador o reformista
Nada importa que adolezca de tales o cuales defectos, si sus ideas son buenas; o que esté adornado de brillantes
cualidades personales, si sus ideas son malas o desacertadas.
Hay pues que combatir o aceptar las ideas no en relación a la persona que las emite sino a la propia bondad o
malas cualidades intrínsecas de esas mismas ideas. Hay quienes llegan a prescindir
de las personas que emiten las ideas, esto es del personal de redacción, pero
creen que a todo diario debe exigírsele que esté afiliado con algunos de los
partidos en lucha y si no lo está piensan que no debe contar con él la opinión
pública, como si la vida nacional estuviese reducida únicamente a la apasionada
polémica de los intereses de partido y el espíritu de estos debiera predominar
en todo.
El Times -dice a este propósito un distinguido escritor- es la reproducción viva de la opinión del pueblo
inglés. No es tory ni es whig, ni es conservador ni es liberal, ni es high
church ni low church, ni retrógrado, ni radical, ni aristócrata, ni plebeyo. Es
todo eso y más que eso; es inglés. El Times no ofrece incienso a ningún hombre
a ningún partido; ora los eleva, ora los abate, según lo requiera la gloria y
el bienestar de la nación.
Y todavía agrega el mismo autor
El Times es el varón justo de Horacio: altivo,
desdeñoso del tirano que lo amenaza y de la muchedumbre que lo ultraja,
incorruptible por orgullo, justo por elevación de alma. Ni recibe honores del
poderoso, ni acepta el oro del rico, ni lo doblegan los golpes del violento, ni
lo seducen las artimañas del hábil.
A esto es a lo que debe tender nuestra prensa: a que cada diario sea una entidad moral en la cual no aparezcan
ni para el bien ni el mal, ni para las odiosidades ni los aplausos, las
personas que componen su redacción, sino que desaparecen absorbidas en la
grande y elevada entidad moral del diario, incapaz de atacar otra cosa que el
mal, el error, el abuso, considerados en sí mismos y sin atender de qué
personas proceden; incapaz también de amar otra cosa que la justicia, la verdad
y el derecho; incapaz de censurar por antipatías, por hacer daño o causar
molestia, ni de aplaudir o tributar honores sólo por lisonja, exagerada
solicitud o adhesión fanática.
Cuando nuestra prensa llegue, en general, a esta altura, se hará sumamente poderosa; porque no hay nada que haga
más temibles sus ataques que la moderación ni nada que haga más valiosos sus
aplausos que la parsimonia para tributarlos sólo a quienes estrictamente los
merecen”.
A continuación, se reproduce el editorial de Luis Emilio Recabarren, titulado “El deber de la prensa obrera”, publicado en el
diario La Democracia (21/IV/1901):
“El deber de la prensa obrera
La prensa obrera tiene por misión sagrada contribuir a la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de
los pueblos.
Un periódico que llegue a las manos de un hijo del trabajo debe ser un libro en el cual encuentre la savia
vivificante para fortalecer el espíritu cuando, abatido por las luchas de la
vida, se siente adormecer.
Debe llevar en sus caracteres palabras de enseñanza y de ejemplo, en estilo claro y correcto que revele la buena intención de la
pluma que los traza. Debe rebatir las ideas del adversario o del amigo cuando
no las crea buenas, con cultura, moderación y altura de miras, procurando
convencer al que crea que marcha extraviado con buenas razones y con argumentos
que se basen en la lógica y en un criterio sano y despejado.
Sí se combaten las ideas del amigo, por creerlas no muy buenas, es necesario procurar convencerlo que va por
camino malo y señalar la recta por donde debe seguir.
Pero si ideas lanzadas con buenos propósitos y con la conciencia de su bondad son atacadas con insultos que
denotan poca cultura y con prejuicios de suyo ligeros e injuriosos que
arrastran y rebajan a la pluma que los produce para herir a personas que no
usan el lenguaje mordaz y atrevido para atacar o combatir, no se conseguirá
convencer los errores, porque no es esa la forma que se debe emplear por
hombres que con buenos propósitos trabajan por ilustrar a los que saben menos.
Podemos errar en nuestras apreciaciones doctrinarias, porque no tenemos
la pretensión de ser infalibles,cuando estudiamos cuál será el mejor medio para llegar más luego a la
realización de ideales que hemos abrazado con fe y entusiasmo y estamos
dispuestos a aceptar en nuestras propias columnas las polémicas y el que se
señale que nuestras ideas no son las mejores, cuando estas sean tratadas dentro
del terreno en que es natural que lo hagan los demócratas que aman
generosamente a su causa: con elevación de criterios, sin herir
susceptibilidades, sin hacer suposiciones mal intencionadas que recuerden aquel
adagio que dice ‘el ladrón cree que todos son de su condición’, y que inspiran
a contestar, cuando estos no quedan muy debajo de la moralidad, al nivel de la
bajeza.
Los periódicos obreros que se estilen en esa forma merecerán siempre el honor de las atenciones, la
consideración de los adversarios, las simpatías de los lectores e ilustrarán a
los que necesiten de la enseñanza y contribuirán a hacer desaparecer los malos
hábitos.
Pero aquéllos que se aparten de este terreno ni ilustran ni convencen. Más bien, distancian en vez de aproximar.
Estas líneas han sido trazadas por la indignación que me ha producido la lectura de una correspondencia en un
periódico obrero destinado a ilustrar, no a ofender, con la intención de
llamarlo al buen juicio”.
Ambos editoriales pueden ser considerados como canónicos en el sentido de que contienen los elementos centrales y
constitutivos de su forma de concebir el ejercicio del periodismo, la
construcción de mundos que propician, la utopia que promueven, así como algunos
de los criterios técnicos de cobertura, el estilo de redacción y los recursos
que deben emplear para lograr una mejor comunicación con los lectores.
Uno aborda lo que debe ser el deber de la prensa obrera, con el fin de precisar cuál es el sentido y la obligación de la prensa
dirigida a los trabajadores y representativa de los mismos. En tanto, el otro
editorial expresa que sólo pretende hacer un alcance a los lectores de
Santiago, mediante la enunciación de dos palabras, que no desean distraer la
acción de informarse que desarrollan los lectores.
Además, con eso también relativiza la importancia y trascendencia del
artículo, por cuanto parece no comportar la importancia que ahora le podemos
asignar, ya que, de algún modo, se trata de un contenido conocido toda vez que
los lectores ya sabían del carácter, intenciones, costumbres y usos de El Mercurio por su versión en
Valparaíso. De manera que asume el carácter de ser sólo una declaración
necesaria para un número inaugural, para el inicio de una nueva etapa, pero que
no implica un cambio sustancial de lo ya conocido.
3. Análisis del discurso
Ambos textos fueron confrontados mediante el análisis de discurso, según categorías que son propias de cualquier empresa, entre ellas las periodísticas, como la misión y visión de la misma, en el sentido de los objetivos que se proponen y los medios de que disponen para lograrlos. Asimismo, se establecieron categorías de acuerdo con el proceso de comunicación que desarrollan, mediante las definiciones que realizan del emisor, del mensaje, del canal, del contexto y del receptor.
Si ambos textos son declarativos y evidencian la
elevada significación moral y pedagógica que representan, uno (el obrero) hace
su exposición en forma directa y asumiendo la noción de deber, como obligación
ética y moral con la ilustración de los trabajadores. Sin embargo, el otro
expone su postura en forma velada, a través de sólo dos palabras a los lectores
de Santiago, que hablan más bien del estilo subrepticio, sibilino, y de lectura
entre líneas que ha caracterizado a dicho diario a lo largo de su trayectoria.
Allí se entregan, aparentemente, sólo los datos y la interpretación la debe
hacer el lector.
Se trata de dos tipos de retórica periodística: por un lado encontramos en el texto de Recabarren una expresión
directa, simple y evidente por sí misma, cuyo fin es persuadir a los lectores,
mediante una exposición razonada y argumentativa, mientras que la otra se
inscribe dentro del modelo anglosajón de la objetividad, en el cual el discurso
sólo entrega antecedentes y datos, sin emitir opiniones, aún cuando estas van
de modo implícito y velado. ¿Cuál de las dos tendrá mayores efectos?, ¿Se puede
extraer de la comparación una sugerencia editorial, en cuanto a qué estilo
ocupar para persuadir?
En cuanto a la misión que tienen ambas empresas, en su calidad de emprendimientos periodísticos, la prensa
obrera asume para sí misma una “misión sagrada”, un deber que la posiciona en
el ámbito de lo supremo, del deber redentor divino, en cuanto al mejoramiento
de la humanidad... Ella dice: La prensa obrera tiene por “misión sagrada”,
contribuir a la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de los
pueblos.
Esa misión tiene por finalidad la superación de
aquellos que socialmente tienen menos o están más desfavorecidos y busca la
superación de su condición a través de su educación, formación y
acrecentamiento de su cultura, el cual además es identificado con el pueblo,
con los sectores populares de la nación. En este sentido, la prensa obrera está
ayudando a mejorar las condiciones humanas del sector más numeroso de la
población y, por lo tanto, está haciendo una contribución a la formación y
fortalecimiento del capital cultural de la nación.
El Mercurio , si bien se define también como una institución moral de elevada estatura,
vincula su acción editorial, su misión, con el hecho de informar y dar
cuenta de los temas que son de interés nacional, respecto de los cuales
manifiesta una preocupación permanente e incesante. El Mercurio no adscribe editorialmente a un sector social. Por el
contrario, su alocución es indefinida e imprecisa; sin embargo, por su estilo,
por el lenguaje, por los conceptos ocupados, y las referencias que hace a la
prensa extranjera, evidencia que sus destinatarios son, en general, personas
educadas, personas capaces de decodificar y de entender los contenidos. Es
decir, da por sentado que quienes leen sus páginas son personas con cultura, a
las cuales se pretende entregar en forma de colaboración amplia y organizada un
servicio informativo que acreciente su vinculación con la realidad nacional e
internacional.
Su función está pensada principalmente sobre los intereses nacionales y de las preocupaciones propias del país, respecto de las
cuales declara no sólo su interés, sino que las convierte en el objeto de la
acción periodística. En otras palabras, El
Mercurio hace una declaración en función del conjunto de Chile, respecto
del cual ofrece una cobertura extensa y profunda, caracterizada sin embargo,
según dice, por ser ajena a todo espíritu de partido o sectarismo filosófico y
social, con un sentido que se declara inclusivo, al contar con un verdadero “carácter
nacional”.
Esa declaración respecto de permanecer distante de los espíritus de partido o ajeno al sectarismo filosófico y social no es más
que una declaración de intenciones, pues se ha visto cómo el periódico se
abanderiza con la élite nacional y rechaza, objeta y descalifica, las opciones
políticas sociales o que implican una transformación radical de la sociedad en
la búsqueda de una mayor igualdad. Sin embargo, en su apelación a cierta
actitud imparcial y prescindente, pretende fortalecer una posición declarativa
de la verdad, del juicio justo, exacto e irrebatible.
El
Mercurio
se erige a sí mismo como el detentor de la verdad; el representante del “Juez Supremo”, capaz de dar a conocer la
versión cierta de los hechos, cuando en verdad sólo ofrece la versión que se
acomoda más a sus intereses y a su opción utópica. Este juego, sin embargo, es
el que se proyecta durante el siglo XX y alcanzó un elevado grado de
credibilidad hasta décadas muy recientes.
En
cuanto a la visión de ambos tipos de prensa (es decir, la modalidad y
los recursos que declaran emplear para llevar adelante su
visión) la prensa obrera se autoconcibe como “un libro en el cual
encuentre la
savia vivificante para fortalecer el espíritu”. El afán de trascender,
como si
fuera un libro, evidencia el interés por aparecer como un instrumento
significativo, profundo y valioso, con una validación social amplia y
que sirve
para aportar energía y entusiasmo al obrero “cuando abatido por las
luchas de
la vida, se siente adormecer”. Es decir, la prensa obrera pretende
convertirse
en un instrumento útil que insufle valor y energía a los obreros para
que no
cejen en su empeño de transformar el mundo y lograr mejores condiciones
de
vida.
El Mercurio, en tanto, para llevar adelante su tarea informativa “nacional”, declara ser partidario
y promotor del orden social, a través de una actitud reposada, serena y
moderada, alejada de las pasiones:
“Conocida es ya, hasta ser tradicional, la respetuosa y tranquila actitud del Mercurio para discutir con
serenidad inalterable las más graves materias del orden político, económico,
administrativo o internacional, sin salir de los límites de la moderación, por
más que en algunos casos tocara a rebato el fervor de la pasión patriótica o el
ardimiento de la de partido”.
El Mercurio
se compromete con la mantención del orden social y aboga por un debate sereno acerca de la realidad nacional
en sus más distintos aspectos. La mantención
del orden social implica que quienes están en los puestos de poder o en una situación privilegiada van a
permanecer allí y que quienes no lo están van a seguir en sus sitios. Hay aquí
una suerte de disciplinamiento simbólico, que tiende a conservar y proyectar la
mantención de las estructuras sociales y la división de la sociedad en clases
inalterables y de una composición permanentemente igual, sin modificaciones.
Mientras la prensa obrera confía en el poder transformador de la educación, El
Mercurio pretende justificar el statu
quo mediante un debate razonado y parsimonioso, que no atente contra la
estructuración tradicional de la sociedad:
“…el decano de la prensa en Chile no puede afiliarse entre los elementos de agitación que propenden a exaltar las
pasiones, sino entre los elementos de orden que tienen que estar siempre del
lado de todo aquello que asegura la estabilidad social, política, económica y
administrativa, y el cultivo de nuestras relaciones de paz y cordialidad con
todas las naciones del mundo”.
En cuanto al destinatario de ambos tipos de prensa, la percepción que ofrecen del mismo es muy diferente en
uno y otro caso. El editorial de la prensa obrera se refiere a ellos como “un
hijo del trabajo”, “(d)el adversario” o “(d)el amigo” y “los lectores”, lo que
los identifica como sujetos simples, que se ganan la vida trabajando y que
pueden estar a favor o en contra de sus postulados.
En cambio, el destinatario de El Mercurio aparece asimilado al destinatario del periódico inglés The
Times. Para eso reseña sus propias cualidades que en definitiva son las que
también describen a sus lectores. Al respecto dice que “no es tory ni es whig, ni es conservador ni es liberal, ni es high church ni low church,
ni retrógrado, ni radical, ni aristócrata, ni plebeyo”, sino que es todo eso y
más que eso; en definitiva que es inglés. En el caso de El Mercurio, siguiendo la analogía, su destinatario es el chileno,
que tampoco es conservador ni liberal, ni de clase alta o de clase baja, ni
retrógado, ni radical, ni aristócrata o plebeyo, sino que está por sobre todas
esas distinciones.
El modo de elaborar el mensaje también difiere en ambos casos. Mientras la prensa obrera se distingue por “llevar
en sus caracteres palabras de enseñanza y de ejemplo, en estilo claro y
correcto que revele la buena intención de la pluma que los traza”, El Mercurio
señala que lo importante no es saber qué persona emite las ideas, sino qué
valor tienen estas en sí mismas y
hasta qué punto interpretan con fidelidad los “verdaderos” intereses del país y
si están inspiradas en la justicia, la verdad y el derecho. El Mercurio enfatiza que no importa la
identidad de sus redactores, sino que la calidad de sus ideas e informaciones,
de modo que ellos se subsumen perdiendo sus nombres en la elevada entidad moral
del diario.
El mensaje de la prensa obrera, en tanto, tiene como finalidad “rebatir, las ideas del adversario o del amigo, cuando no las crea buenas, con cultura, moderación y altura de miras, procurando convencer al que crea que marcha extraviado con buenas razones y con argumentos que se basen en la lógica y en un criterio sano y despejado”. Esta es una actitud pedagógica, de una prensa pedagógica, basada en la fuerza de la razón y en el convencimiento de que la cultura y las buenas maneras dan como fruto acciones adecuadas, pertinentes y justas.
El Mercurio, en cambio, insiste en que hay “que combatir o aceptar las ideas no en relación a la
persona que las emite sino a la propia bondad o malas cualidades intrínsecas de
esas mismas ideas”. Obviamente, quien califica esas ideas es el propio diario.
Acerca del contexto en que se dan estos mensajes, la prensa obrera estima que aquellos periódicos obreros que se estilen (“con
elevación de criterios, sin herir susceptibilidades, sin hacer suposiciones mal
intencionadas”) merecerán siempre el honor de las atenciones, la consideración
de los adversarios, las simpatías de los lectores e ilustrarán a los que
necesiten de la enseñanza y contribuirán a hacer desaparecer los malos hábitos.
En cambio, El Mercurio siguiendo su modo tradicional de ejercer el periodismo y teniendo
como norte un actuar semejante al de The
Times, hará que la prensa se haga sumamente poderosa, porque “no hay nada
que haga más temibles sus ataques que la moderación ni nada que haga más
valiosos sus aplausos que la parsimonia para tributarlos sólo a quienes
estrictamente los merecen”.
En este sentido, ambos medios parecen coincidir en algunos aspectos, como el de la moderación y la tranquilidad para dirigirse a
sus lectores. Uno está destinado a los trabajadores, que en ocasiones por su
desmedrada cultura pueden caer en el insulto o la descalificación, mientras que
el otro valora también la ponderación y la mesura, como medios para lograr la
asimilación de sus ideas por parte de sus lectores. El primero está dedicado a
convencer, sin embargo, el segundo busca entregar su venia a quien considera
correcto y digno merecedor de sus elogios. La prensa obrera busca educar a sus
lectores, mientras que El Mercurio se
erige como una autoridad que pretende distinguir y destacar a aquellos actores
sociales que estime relevantes.
En cuanto al canal por el cual emiten sus informaciones, la prensa obrera declara que lo hace a través de los propios periódicos
obreros. En cuanto, a El Mercurio
también sus ejemplares son el nexo con sus lectores. Sin embargo, en cuanto a
sus vías de información, este también declara una dependencia y uso permanente
del servicio telegráfico, con el fin de entregar la mayor cantidad de
informaciones nacionales e internacionales, mediante un sistema informativo
tecnificado, rápido y continuo.
4. Reflexiones finales
En conclusión, podemos ver a través de estos dos editoriales, dos modos distintos de concebir el periodismo,
aún cuando ellos se topan en el afán pedagógico que mantienen respecto de sus
lectores y en la tranquilidad con que conciben su función difusora. Sin
embargo, uno (el de la prensa obrera) confía principalmente en la argumentación
y en la razón explícita, como medio de persuasión para la conquista de nuevas
condiciones de vida de los trabajadores; mientras que el otro (El Mercurio) se erige como una elevada
autoridad llamada a calificar y determinar aquellos elementos y personas que
merecen ser destacadas socialmente, en aras de lo que él determina que son los
intereses nacionales, mediante una retórica indirecta, que apela a la “objetividad”
y con eso a una formulación de la verdad.
De esta manera, la prensa obrera formula un
periodismo de alcance masivo y con una retórica sencilla y lógicamente
argumentada, cuyo fin apunta también a la transformación de la sociedad. El Mercurio, en tanto, busca influir con
su discurso en los distintos sectores sociales, de modo que estos acojan sus
planteamientos y puedan hacer efectiva su visión de Chile.
En este sentido, los modelos discursivos de ambos son disímiles: transcurren por carriles comunicativos
diferentes, que incluso pueden ser paralelos o complementarios, según la
lectura que se haga de los mismos y el modo que se emplee para leerlos.
Ciertamente, ambos tienen como finalidad construir nación, pero el modo de
hacerlo difiere no sólo en la retórica, sino que también en el contenido y el
tipo particular de contenidos que los artículos abordan.
Ambos tipos de prensa, sin embargo, coinciden en un cierto rol educativo que pretenden desarrollar
respecto de sus lectores: uno al nivel del pueblo llano y sencillo, y otro
desde el pedestal que le brinda su vinculación con las personas educadas, que
corresponden a la élite y los sectores medios emergentes, habituado al consumo
de temas nacionales y sobre todo internacionales.
De este modo, el afán pedagógico-social de ambos
discursos queda en evidencia y es posible apreciar de qué modo y a través de
qué recursos pretenden hacer efectiva sus particulares concepciones de mundo.
De allí que cada uno propicia la conformación de una nación, acorde con sus
intereses y a modos particulares de comunicación, cuando no de persuasión.
Fuentes consultadas
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