La crónica de viaje en el periodismo narrativo latinoamericano a partir de dos autores: Alma Guillermoprieto y Rubén Darío
The travel chronicle in Latin American narrative journalism from two authors: Alma Guillermoprieto and Rubén Darío
Recibido: 24/02/2022
Aceptado: 31/05/2022
Publicado: 30/06/2022
Angie Jennifer Anticona Alegre
u201410045@upc.edu.pe
https://orcid.org/0000-0003-2306-4827
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Perú
Doi: https://doi.org/10.24265//cian.2022.n15.04
Cómo citar
Anticona Alegre, A. (2022). La
crónica de viaje en el periodismo narrativo latinoamericano a partir de dos
autores: Alma Guillermoprieto y Rubén Darío. Correspondencias & Análisis,
(15), 83-106. https://doi.org/10.24265//cian.2022.n15.04
El periodismo narrativo suele contar todo tipo de historias y eventos de carácter noticioso, entre ellos, las crónicas de viaje, que a lo largo del tiempo han sido escritas por literatos y periodistas. En las crónicas predomina la narratividad y el empleo de figuras literarias, las cuales sirven para proporcionarle matiz y realce artístico al texto. Algunos representantes de este tipo de narraciones son Bartolomé de las Casas, Pedro Cieza de León, Stendhal, Honoré de Balzac, Ernest Hemingway y Albert Camus. En este estudio se plantean los objetivos de analizar, comparar y establecer el estilo y las herramientas del periodismo narrativo que utilizan dos crónicas que pertenecen al periodismo literario, y que corresponden a dos autores latinoamericanos: Alma Guillermoprieto, autora contemporánea y Rubén Darío, autor modernista. Son dos crónicas que describen sus experiencias y lo que significa para cada uno el viaje a Nicaragua (país centroamericano), travesía que ocurre en épocas diferentes. Esta investigación es descriptiva-comparativa, no experimental y cualitativa. Se emplea la técnica de análisis de contenido y su instrumento es la matriz de análisis. La población es igual a la muestra: una crónica de cada autor.
Palabras clave: periodismo narrativo, América Latina, viaje, Nicaragua, crónica, Rubén Darío, Alma Guillermoprieto, literatura.
Narrative journalism usually narrates all kinds of stories and news events, including travel chronicles, which over time have been written by writers and journalists. In these texts, narrativity and the use of literary figures, which serve to provide nuance and enhancement artistic to the chronicle. Some representatives of this type of narration are Bartolomé de las Casas, Pedro Cieza de Leon, Stendhal, Honore de Balzac, Ernest Hemingway and Albert Camus. The objectives of this study are to analyze, compare and establish the style and tools of narrative journalism used by two chronicles that belong to literary journalism, and that correspond to two authors Latin Americans: Alma Guillermoprieto, contemporary author and Rubén Darío, author modernist. They are two chronicles that describe their experiences and what it means for them. Each one the trip to Nicaragua (Central American country), a journey that occurs in times different. This research is descriptive-comparative, non-experimental and qualitative. The content analysis technique is used and its instrument is the analysis matrix. The population equals the sample: a chronicle of each author.
Keywords: narrative journalism, Latin America, travel, Nicaragua, chronicle, Rubén Darío, Alma Guillermoprieto, literature.
El periodismo narrativo se caracteriza por contar historias de no ficción sobre diversos tópicos, uno de ellos es el viaje, tema utilizado por cronistas y escritores desde épocas pasadas. La intención de estas narraciones es relatar el trayecto de un punto hacia otro y contar cómo es la experiencia de vivir en un determinado lugar, con el objetivo que esta vivencia se perciba como única. Es decir, cada autor le coloca su propia impronta a la crónica, ya que este tipo de texto se caracteriza por tener un matiz muy interpretativo.
Efectivamente, el periodismo narrativo emplea ciertas técnicas de la literatura para enriquecer la historia que se va a contar, tales como el punto de vista, los diálogos, la escena por escena y la descripción de espacios o personajes. Por tanto, el periodismo de viajes es un género en el que se puede observar la pluma del cronista, y en el que se aprecia un lenguaje expresivo para manifestar ciertas emociones y las herramientas literarias que utiliza el autor.
En ese sentido, el periodismo y la literatura tienen varios elementos en común; pero, el más destacado es el de contar historias. En el periodismo, son historias de no ficción y, en la literatura, son historias de ficción; en el primer caso se parte de la realidad y en el segundo caso se toma como punto de partida la imaginación; no obstante, ambos se complementan y se retroalimentan. Características interesantes que hacen trascendente conocer la forma en que cada escritor –periodista o no– cuenta un suceso. A lo que suma que, en el ámbito de las letras, donde está incluido el periodismo y la literatura, prima la subjetividad y no hay verdades absolutas, cada autor expresa su particularidad y su talento; vale decir, no existe una sola forma correcta de narrar un hecho y dar a conocer la realidad (Rotker, 1992, p. 17).
Por lo tanto, el objetivo del presente estudio es analizar las narraciones de Rubén Darío, en su obra El viaje a Nicaragua (1907), y de Alma Guillermoprieto, en su obra El llamado sandinista (2010), para compararlas y establecer el estilo y las herramientas del periodismo narrativo que utilizan, así como el lenguaje y el enfoque particular de cada escritor sobre su experiencia en Nicaragua.
El periodismo y la literatura son disciplinas con fuertes vínculos desde tiempos remotos. Esta relación se evidencia en el género de la crónica, pues en ella convergen distintos registros: el ensayo, la novela, el cuento y la entrevista. Razón por la que Villoro (2005) se refiere al cruce entre la ficción y el reportaje como «el ornitorrinco de la prosa». Además, una de las características esenciales de la crónica es su condición interpretativa o tinte valorativo de los sucesos que se van a relatar. En este punto, vale recalcar la subjetividad y la pluma de cada autor, pues en estos dos componentes reside la particularidad de la crónica. Un mismo suceso puede ser narrado de distintas maneras y partiendo desde diferentes aristas, mostrando así el talento y la creatividad de cada narrador.
Por otra parte,
las crónicas de viaje, tomadas
como un tipo de periodismo, son un valioso aporte al llevar un registro de
datos de la zona, personajes y anécdotas. Asimismo, en estos textos se puede contar cómo se vive en un lugar qué características
tiene, sus atributos y qué adversidades hay que afrontar; es decir, permite
tener una mirada
crítica y turística de la experiencia del viaje (Ladino,
2018).
La crónica se convierte
así en una suerte de radiografía de un lugar, de un tiempo y de determinados personajes.
Asimismo, como sostiene Amar (1992), los textos de no-ficción se caracterizan por respetar con rigurosidad los distintos registros existentes, tales como testimonios, documentos y grabaciones; pero, los sucesos contados presentan una condición narrativa. Por ejemplo, se puede llegar a subjetivizar los elementos de la realidad que luego cobran vida en el texto, y llegan a ser personajes y narradores. A diferencia de un texto histórico, la no-ficción, le da un matiz narrativo y ficcional a quienes integran los sucesos (Amar, 1992). Se puede afirmar que hay un cruce entre lo informativo, lo literario y artístico.
Al respecto, Sims (2002) refiere que Joan Didion tomó a Ernest Hemingway, Henry James y Joseph Conrad como modelos, y sobre todo, aprendió de ellos la confección de oraciones y el trabajo con frases pequeñas en los párrafos. Además, menciona a escritores de Norteamérica que, aparte de la ficción, han experimentado el arte de escribir sobre la realidad, estos son Ted Conover, Truman Capote, Susan Orlean, John Hersey, Mark Kramer, David Quammen, Richard Rhodes, Mark Singer, Brent Staples, Tom French, Gay Talese y Alec Wilkinson.
Calcar la realidad, en la medida de lo posible, debería ser el objetivo de todo cronista. Por ello, debe valerse de diferentes herramientas para conseguir dicho propósito. En ese sentido, cobra gran relevancia el trabajo de documentación que llevan a cabo los periodistas, pues ellos recurren a fuentes orales y escritas con el objetivo de que la historia que cuentan sea verosímil. Sin embargo, plasmar la realidad en un texto implica cierta ficcionalización de los sucesos ya que, como se mencionó anteriormente, entra en juego la subjetividad de cada cronista, quien de acuerdo a su percepción prioriza y destaca ciertos detalles. En suma, cada personaje y lugar tienen un tratamiento que conlleva parcialidad e inclinación hacia determinados elementos.
Cabe precisar que en la historia de no-ficción existe un vínculo con lo testimonial, de manera que los personajes son el punto principal para ir transformando la construcción narrativa. La periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska lo plasma en sus trabajos, donde utiliza diversas técnicas periodísticas para ordenar el material; en ellos se observa que los relatos son solo una interpretación de los sucesos (Amar, 1992, pp. 49-55). Este punto es importante de recalcar, ya que un hecho puede ser contado desde distintas aristas o ángulos y cada cronista escribe su propia versión de los hechos.
En defensa de la esencia de veracidad puede considerarse que el reportaje literario o de creación es una práctica incorrecta del periodismo. Sin embargo, se defienden las formas híbridas y la terminología del periodismo literario que utiliza recursos narrativos, pues de esa manera causa gran impacto en el lector y sobrevive al paso del tiempo. Al tener una carga subjetiva el reportaje se diferencia de una noticia. Y, es que la objetividad es algo muy complicado de lograr por tener ese matiz interpretativo. Es importante señalar que el reportaje moderno data del siglo XIX y siglo XX, época donde las narraciones sensacionalistas mostraron todo su esplendor gracias a escritores prestigiosos como Edgar Allan Poe, Henryk Sienkiewicz y Boleslaw Prus, quienes se dedicaron a narrar los asuntos de interés de las grandes masas, logrando que este tipo de periodismo tenga gran calidad literaria (Seraller, 2015).
A lo largo del tiempo se han acentuado los vínculos entre la literatura y el periodismo, con opiniones distintas respecto a ciertos términos como periodismo literario, narrativo o literatura de no ficción. Sin embargo, todos estos conceptos apuntan a lo mismo: escribir hechos de la realidad con técnicas literarias. Asimismo, se observa que, en épocas pasadas, desde el siglo XIX hasta la actualidad, hay escritores que desean contar historias partiendo de la realidad para luego ficcionalizarlas o simplemente redactar hechos reales, y verificarlos mediante una averiguación concienzuda, lo cual es fundamental en un trabajo de reporteo e investigación periodística para elaborar un perfil o una crónica.
Según Rotker (como se citó en García, 2013) se presta poca atención a los escritos periodísticos, pese a que la obra cronística de literatos es igual de amplia que sus producciones de ficción. Siendo la crónica un género menor, cuando se le compara con cuentos y novelas, viene tomando más notoriedad y prestigio gracias a las diferentes ramas del pensamiento, teorías postcoloniales, estudios culturales y estudios que proveen la filología. A lo que se añade el número considerable de medios de comunicación que le atribuyen mayor importancia a la labor periodística. Como lo establece Villoro (2005), es una idea desfasada que se vea al escritor como un ser especial, sublime y de escritorio, y que se vea al periodista como alguien rudimentario.
Es destacable que la crónica en América Latina se ha visto reivindicada por la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada en 1994 por Gabriel García Márquez, que otorga reconocimientos importantes, tales como el Premio para Crónica Seix Barral, desde el 2005, y Lettre Ullyses, premio de reportaje literario desde el 2003. Sobre cuál es la denominación que la crónica merece, todavía los críticos de las letras no se llegan a poner de acuerdo (García, 2013). Este tipo de texto de no ficción ha recibido muchas nomenclaturas durante el tiempo, generando debates en torno a ello; sin embargo, todas las opiniones coinciden en que el objetivo es contar la realidad.
El periodismo narrativo tiene particularidades que diversos autores promueven. En este sentido, Kapuscinski (2003) menciona a escritores como Truman Capote, Norman Mailer y Tom Wolfe para señalar que ellos crearon el Nuevo Periodismo, porque después de varios años de ejercicio periodístico concluyeron que el lenguaje del periodismo (de la manera como lo pensaban quienes trabajaban en los diarios) era insuficiente para plasmar la realidad bajo todas sus formas; aquel lenguaje, que solía emplear el periodismo de todos los días, era muy restringido, se utilizaba alrededor de mil palabras; el vocabulario que inundaba la prensa de todos los días llegaba a ser efectista y veloz, y presentaba una reiteración de frases conservadoras que al final eran vistas como superfluas y que imposibilitaban un avance. Los autores mencionados tenían como objetivo renovar el periodismo con ideas innovadoras respecto al lenguaje y modo de expresarse; por lo tanto, encontraron en la ficción y en la literatura la inspiración perfecta. Para ellos era necesario ampliar la mirada y profundizar el concepto del mundo, por lo que el periodismo no solo podía contenerse en una noticia. Kapuscinski (2003) sostiene, además, que el Nuevo Periodismo surgió de la unión de dos aspectos: la realidad, basada en personas y sucesos, que era el pan de cada día de la visión clásica del periodismo, y los artificios de la ficción que nutrían aquella concepción del mundo real.
Respecto a los inicios de la crónica, de acuerdo a Martínez (2006), es en 1880 que escritores reconocidos de Latinoamérica la empiezan a utilizar como una herramienta para hacer sus propias interpretaciones de la realidad, sobre la base de lo redactado en los periódicos, lo que lograban utilizando un lenguaje experimental, literario y refinado; al punto que esta reconstrucción de personajes reales y el armado de una trama narrativa se constituían en textos vistos como obras artísticas breves. Son reconocidos como fundadores de la crónica: Rubén Darío, José Martí, Euclides da Cunha y Julián del Casal; y posteriormente, Roberto Arlt, Salvador Novo y Jorge Luis Borges son reconocidos como exponentes de este género. Antes del nuevo periodismo, con Truman Capote y Tom Wolfe, la crónica ya era un género literario reconocido en Latinoamérica (Martínez, 2006). Inclusive, escritores europeos decimonónicos ya habían escrito textos de no ficción.
Como ya se ha señalado, la finalidad de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por Gabriel García Márquez, desde sus inicios tiene por objetivo optimizar el nivel del periodismo en América. A partir de la llegada del siglo XXI, en los años pares la fundación otorga un premio por los textos y fotografías más destacados y, en los años impares, condecora los trabajos televisivos, radiales y de Internet. Cabe indicar que, en estos textos, sus autores analizan la realidad de las sociedades de la región, abordando tópicos como la corrupción, racismo y criminalidad. En este sentido, Martínez (2006) sostiene que, en la selección de los mejores textos para ser premiados, se considera la coherencia en la ilación, estilo particular y, además, que exista una indagación exhaustiva de la noticia. Por su parte, los miembros que forman parte del jurado tienen presente que el periodismo está en proceso de reinventarse y les dan mayor relevancia a temas humanos.
Precisamente, el surgimiento del periodismo con rasgos literarios enaltece la naturaleza de la actividad periodística y, como resultado, la crónica logra posicionarse como un género nuevo en el mundo de habla hispana (Rotker, 1992). Por ejemplo, Caparrós (2004) refiere que cuando publicó su primer libro de crónicas en Argentina este género literario aún no estaba de moda y, gracias a su propia evolución, se logró que el periodismo tenga más significado y no se quede reducido a una simple información destinada a morir cada día, ya que muchas veces el periodismo informativo es efímero; básicamente porque su finalidad es contar lo que acontece en el mundo, minuto a minuto, cambiando constantemente. En cambio, escribir una crónica demanda mayor tiempo y un trabajo más riguroso con el lenguaje.
Para Martínez (como se citó en Caparrós, 2004) la crónica es un género esencial en Latinoamérica, como muestra se encuentra la obra Facundo, muy importante en la tradición argentina. Vale precisar que la crónica ha tenido algunos cambios por su propia naturaleza híbrida, pues Jorge Luis Borges tiene textos que también pueden ser catalogados como crónicas. Asimismo, el propio Caparrós juega entre la realidad y la ficción en textos que, en un inicio, fueron catalogados como artículos. Esta mayor independencia induce a que el periodismo literario diste de los otros tipos de hacer periodismo, ya que en las crónicas no solo importa el hecho de informar, sino también, de brindar un trabajo más artístico con el lenguaje. Tanto, las crónicas y los ensayos, se caracterizan por tener una mayor libertad en la descripción de espacios y personajes (Jiménez y Morales, 1998).
El concepto de viaje, en cierto modo, se encuentra entrelazado con el de la crónica, ambos elementos implican un tiempo determinado, una narración y un traslado. En términos generales «el viaje ha sido definido muchas veces como un género híbrido y amorfo, una encrucijada de discursos, que aloja tanto el simple deseo (wanderlust) como el interés científico, ficcional, testimonial, autobiográfico o ensayístico» (Colombi, 2010, p. 12). Así, con el fin de hacer más verídica la historia, se pueden utilizar ciertos elementos como diálogos, descripciones, cartas o fotos, de manera que la condensación de todo tenga como resultado un efecto realista (Colombi, 2010).
Además, en este análisis de la conceptualización del viaje y la crónica es pertinente reconocer los diversos retratos de viajeros, las características de los tipos de viajeros, inclusive el cronista puede fusionar algunos. Por ejemplo, Todorov (como se citó en Colombi, 2010) propone la siguiente clasificación: el asimilador, que se caracteriza por querer cambiar a los demás para que se le parezcan; el aprovechado, que intenta sacar ventajas de las otras personas para lograr sus propósitos; el turista, que opta por los monumentos en lugar de las personas; el impresionista, que piensa en su propia figura y desea ser el centro de un hecho; el asimilado, que hace lo posible por ser semejantes al resto con el fin de ser aceptado; el exiliado, que evade la asimilación; el alegorista, que comenta sobre territorios ajenos para problematizar sobre la cultura que le compete; el desengañado, que alaba el terruño y sanciona la partida; el filósofo, que saca provecho de la variedad. El rol menos querido por todos es el de turista (Colombi, 2010). Sin duda, estas nomenclaturas, de alguna manera, hacen que la experiencia del viaje sea más rica y provechosa tanto para el cronista como para el lector.
Por otra parte, el ser humano, desde tiempos remotos, siempre ha sentido la necesidad de movilizarse y desplazarse afrontando muchas veces situaciones adversas y desconocidas, lo que se convierte en un tema de trascendencia para el periodismo de viajes y para los cronistas motivados por encontrar nuevas historias en diferentes partes del mundo (Pérez, 2017). Si bien, una crónica de viaje puede ser escrita por un periodista o por un literato, la diferencia radica en que mientras el primero prioriza la realidad y la verosimilitud de los acontecimientos, el segundo, puede tomarse otras licencias como la ficcionalización de los sucesos (Pérez, 2017).
Con respecto a los tipos de crónica, se pueden encontrar las siguientes: temática, literaria, judicial, taurina, de fútbol, de baloncesto, de golf, social, política, entre otras, donde el cronista es como un especialista del lugar, del que cuenta la vida y quien le imprime sus percepciones –aunque siempre con la tarea principal de informar–, básicamente se concentra en contar los hechos de los que es testigo o llega a tener conocimiento, para luego, brindar su impresión buscando que el lector lo pueda captar (Gomis, 2008). Cabe recalcar que en la crónica no se pretende seguir el tinte informativo de una noticia, sino la participación del cronista en un determinado acontecimiento como testigo que, de manera subjetiva, plasma su experiencia (Gomis, 2008). Se trata, de acuerdo al planteamiento de Herrscher (2009), de tener y disponer de una buena historia, donde se pueda hallar un inicio, desarrollo y término, lo que puede entenderse como narrar una vida (life narrative, en inglés); y que, además, esta historia llegue a una conclusión, que brinde una enseñanza y que tenga los insumos necesarios para merecer ser narrada (Herrscher, 2009). Ello podría entenderse como la dimensión ética que debe tener una historia. Pese a que el cronista no debe proporcionar moralejas de manera explícita, sí debe brindar un tinte valorativo de los hechos.
Esta investigación se caracteriza por ser aplicada, en la que se busca resolver un caso práctico y de interés para el periodismo narrativo latinoamericano. Tiene un nivel de investigación descriptivo y comparativo. El diseño es no experimental y cualitativo, no se manipulan variables ni ningún elemento de las crónicas. Se utiliza la técnica de análisis de contenido y el instrumento es la matriz de análisis para dos textos periodísticos en los que no se pueden determinar valores de superioridad o inferioridad.
El universo está compuesto por dos textos que pertenecen al campo del periodismo narrativo: El llamado sandinista (2010), de la autora y reportera mexicana Alma Guillermoprieto, y El viaje a Nicaragua (1907) del escritor nicaragüense Rubén Darío. Ambas crónicas cuentan las vicisitudes del viaje a Nicaragua (país centroamericano), pero en etapas diferentes. La crónica de Guillermoprieto es un relato contemporáneo y la de Darío es de la época modernista. En este caso la población, una crónica de cada autor, se constituye también en la muestra.
Para efectos del presente trabajo, se seleccionan crónicas, y no otro tipo de texto periodístico, porque presentan la mirada crítica y analítica de cada autor. No en vano el periodismo narrativo se caracteriza por tener un tinte interpretativo de los sucesos. Además, se elige a estos dos autores porque cada uno de ellos es canónico en su tiempo. Alma Guillermoprieto es una de las más reconocidas cronistas contemporáneas a nivel de Latinoamérica, merecedora de prestigiosos premios como el Premio Ortega y Gasset de Periodismo (en 2017) y el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades (en 2018). Por su parte, Rubén Darío, destacado poeta y cuentista, marcó un hito importante en el modernismo latinoamericano junto a otros escritores como Amado Nervo, Abraham Valdelomar, Manuel Gutiérrez Nájera y José Martí.
Asimismo, con el objetivo de analizar de manera ordenada estas dos crónicas se emplean las herramientas del periodismo narrativo: escena por escena, diálogos, punto de vista y descripción, que permiten identificar de qué manera los autores utilizan estos recursos que, si bien provienen de la literatura, enriquecen sus historias, ya que le brindan un tinte más narrativo y literario, acompañado de adjetivaciones y figuras literarias, alejándose de las formas meramente informativas del periodismo; lo que permite establecer con detalle el vínculo entre los cronistas y los personajes, así como la perspectiva de los hechos contados.
En la crónica El llamado sandinista, Alma Guillermo prieto cuenta que días antes de viajar a Nicaragua sucedió un evento muy importante: en la capital de dicho país, un comando de guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional se había dirigido al Palacio Legislativo, donde tomó como rehenes a un gran número de empleados, congresistas y visitantes, reclamando la liberación de los presos. Alma no sabía a ciencia cierta lo que acontecía e ignoraba específicamente en dónde se encontraba Nicaragua, de manera que creyó que estaba cerca de Costa Rica y desconocía la ubicación de Managua.
En estas circunstancias, Alma ponía en tela de juicio su labor como reportera, a pesar de haber realizado reportajes y haber escrito artículos trabajaba como intérprete. Un amigo editor estaba preocupado, porque no había ningún corresponsal que cubriera el operativo que llevaron a cabo los sandinistas. Fue por ello que la alentó a aventurarse a ejercer la labor periodística. Alma quería ir a Managua y, como su interés era grande, hizo la promesa que le enviaría reportajes desde aquella ciudad. Con los pocos recursos que tenía encontró la manera de movilizarse en Nicaragua.
Lo primero que hizo al llegar fue tomar un taxi que la condujese hacia el lugar de los hechos, en donde estaban los periodistas. El carro que tomó era antiguo y el conductor casi no hablaba. Durante el viaje, Alma vio un paisaje desolador de pobreza, de casas abandonadas y desvencijadas. Algunos nicaragüenses tenían expresión adusta, que denotaba preocupación acerca de la situación socioeconómica y sobre cómo subsistir. Le pareció extraño no ver tumultos, ni escuchar gritos ni la baraúnda que pensaba encontrarse, como las marchas y protestas. Solo había calles solitarias, sin autos ni gente. Sintió miedo. Pensó que estaba lejos de Managua, pero en realidad ya se encontraba allí. Luego, Alma cayó en la cuenta de que, después del terremoto de 1972, la ciudad no había cambiado. Según su perspectiva, Managua era un lugar caracterizado por los inmigrantes y por los escombros.
Al día siguiente, recibió una llamada de un contacto de un amigo del diario The Guardian y Newsletter, quien le pidió unos artículos. Para cumplir con dicho propósito, salió a la ciudad en busca de historias y nuevas experiencias, y se dio cuenta de que reportear no era una actividad tan misteriosa y que de lo que se trataba era de observar, vivir la adrenalina de algún atentado y encontrar respuestas a grandes interrogantes sobre la coyuntura. Estaba a la espera de la huelga nacional contra Somoza que resquebrajaría la economía del país. Era consciente que documentar todo ello representaría un gran riesgo inclusive para los periodistas extranjeros que teóricamente estarían protegidos.
Luego de muchas semanas, logró entrevistar a guerrilleros y se percató de que lo más complicado de realizar una entrevista era el momento inicial y entablar una conversación con algún damnificado o víctima de algún atropello. Era consciente de que los reporteros no eran malintencionados, pero sabía que su modo de abordar a algún entrevistado podría parecer un tanto abusivo o impertinente. Fue a reportear con un grupo y después cada uno, por separado, salió a la aventura.
Hablaba con la persona que atendía en el mercado, con quien recogía la basura, pero su conversación duraba muy poco y lo hacía a cambio de sus servicios. Recordó que, durante su estancia inicial en Managua, como reportera, tuvo la oportunidad de conversar más tiempo con sus entrevistados. Aún guardaba en su memoria los
recuerdos del ambiente: un clima tórrido, la gran cantidad de moscas, los cubiertos en mal estado con los que comió, la angustia de los desempleados que salían a trabajar como ambulantes, vendiendo golosinas a la espera de poder recibir unos cuantos centavos y con ello poder sobrevivir día a día y la presencia de algunas mujeres famélicas. Al ver aquel escenario, Alma se cuestionaba por qué en países en peores condiciones que en Nicaragua no se hacía nada al respecto. Pensó que algún día podría llegar a vivir en tales condiciones. Pese a la coyuntura, se sentía cada vez más atraída por Managua, ya que había solido viajar a ciudades grandes como Los Ángeles y Nueva York y le agradaba oír el acento de los nicaragüenses y deleitarse con su vegetación.
Tiempo después, Alma Guillermoprieto fue a la casa del diplomático Miguel d’Escoto, quien formaba parte de la oposición civil a Somoza. A pesar de la coyuntura política y de estar muy lejos de su casa, no tuvo miedo. Se sentía protegida teniendo un cuaderno y un lapicero para tomar apuntes de lo que le dijeran sus entrevistados. Durante la sublevación le tocó salir con sus colegas periodistas a buscar las noticias y también encontrar la manera de llevarse un pan a la boca. Alma pensaba que la memoria a veces podía resultar engañosa y compleja, porque los seres humanos podemos llegar a cambiar la realidad y a contar de diferentes maneras lo que se ha vivido. Finalmente, pudo ser partícipe de la algarabía de los nicaragüenses al ver triunfar la insurrección contra Somoza. Pese a estar presente en aquel triunfo, también vivió días funestos, ya que vio morir a muchas personas.
De acuerdo a lo planteado por Todorov (como se citó en Colombi, 2010) con relación a su clasificación de viajeros, se puede afirmar que, en la crónica de El llamado sandinista, Alma Guillermoprieto adquiere dos roles principales, el alegorista y el filósofo. A lo largo de la narración se observa que las reflexiones, que hace la periodista sobre la sociedad de Nicaragua, le permiten darse cuenta qué lugar ocupa ella en el mundo, no solo como reportera sino también como mexicana. De esa manera, llega a comparar y a problematizar sobre la pobreza y la crisis política que atraviesan los nicaragüenses y notar cuán diferente es aquel lugar a las grandes ciudades de primer mundo que ella ha tenido la oportunidad de ir. Asimismo, el hecho de conversar con sus entrevistados, comer en el mercado y hablar con las personas que se dedican a diversos oficios, que muchas veces son mal pagados, la induce a aprender más del ser humano y de cuán distinto este puede llegar a ser según su ocupación, clase social y nacionalidad.
En El viaje a Nicaragua, Rubén Darío cuenta el regreso del escritor a su tierra natal después de quince años de haber estado en ciudades como Buenos Aires, París y Madrid. Se veía cierta nostalgia en él, pues sus recuerdos de infancia y juventud estaban allí. Rememoraba su infancia y recordaba haber oído cantos referentes a la patria o a la nación.
Mientras se dirigía a Nicaragua pasó por Panamá, donde pudo ver la vegetación, sentir el trópico y el calor, y percatarse de que antiguas viviendas se habían modernizado. Recordó que en aquel país conoció a personas apasionadas del arte y del mundo de las letras.
Una vez que vio el amanecer de su querida Nicaragua, Darío se dio cuenta de que, mientras vivía en Madrid, París y Roma, Palma de Mallorca, pensaba en la Catedral y en las flores de su país. Creía que el nicaragüense marcaba la diferencia en Centroamérica por su talento y valentía. La ciudad de León siempre había estado en su mente. También guardaba buenos recuerdos de Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, y Argentina, porque allí había sido tratado con cariño.
Además, en la crónica menciona los nombres de algunos conquistadores y tribus de Nicaragua. Se refiere con orgullo a la orfebrería de su país, a tal punto que se la había mostrado a sus amigos europeos. Pensaba que eran talentosos todos aquellos que ornamentaron la Catedral de León, y recordaba los bosques de la ciudad con sus grandes atracciones, y en su memoria apareció la imagen del automóvil del presidente Zelaya, el cual fue el primero en llegar a la República.
Managua y Matagalpa eran lugares esenciales donde se vivía el trabajo. En ese sentido, para Darío, el nicaragüense se caracterizaba por ser emprendedor, viajero, explorador y aventurero. Como cónsul de Nicaragua en París, un día vio a un individuo que tenía las características de un nicaragüense pueblerino. Pensaba en Latinoamérica y comparaba la sociedad de Guatemala y México. Decía que cuando los conquistadores fueron a América a sacar provecho de las tierras y oro, a Centroamérica le tocó la parte menos favorable. Reflexionaba y se acordaba de algunos personajes clave en la historia, como Bartolomé de las Casas, López de Gómara, Santa Teresa de Jesús, los encomenderos y religiosos; también recordaba cómo habían sido los virreinatos peruano y mexicano.
Desde su perspectiva, en Guatemala había poca cultura en la época colonial. Más bien, reinaban la magia y la hechicería. Pensaba en la educación de su región, en las guerras civiles, en la imprenta, y en la aparición del primer periódico. En medio de sus reflexiones, Darío se percató de que se había escrito muy poco sobre la literatura de Centroamérica. Consideraba que las personas que hacían rimas eran sujetos raros y extraños.
Entre los personajes más importantes que conoció se encontraba el poeta Antonino Aragón. Asimismo, creía que H. Gottel y Fabio Carnevalini fueron personas que ayudaron al periodismo. Ello era crucial, pues los libros extranjeros llegaban en raras ocasiones a la Biblioteca Nacional de Managua.
Darío creía que el prototipo de la mujer nicaragüense no tenía unas características definidas en comparación al resto de los países de Centroamérica, pero resaltaba algo en especial que la hacía diferente. Algunas eran criollas, elegantes, morenas y las rubias no eran pocas, pese a que el clima no propiciaba que siga creciendo el color castaño. Asimismo, la herencia española se hacía notar, pues había cuerpos altos y delgados, y los modales europeos no faltaban entre ellas.
Después de haber viajado por tantos países y haber estado en grandes ciudades bulliciosas, el escritor nicaragüense notó en sus compatriotas un encanto exótico, y vio en su querida tierra un ambiente muy sutil y agradable. Por ejemplo, en la localidad de León veía niñas preparadas para ser madres desde la pubertad y adolescencia. En algunos salones y fiestas solían bailar y cantar música española. Para él, algunas mujeres denotaban gran religiosidad, y creía que la ortodoxia era para gente de mayor poder adquisitivo.
Cuando Darío se encontraba en Managua, le dijeron que el presidente Zelaya lo esperaba. El poeta nicaragüense nunca lo había tratado, pero era consciente que este era visto desde polos muy opuestos, ya que había quienes lo consideraban como un héroe de guerra y otros pensaban que era un referente de la paz.
Darío pensaba que la ciudad de Masaya era tan bella que se asemejaba a la primavera de Botticelli. La ciudad de León, por su lado, le recordaba a su juventud, donde quedaron grabados sus sueños y pesadillas.
Según la clasificación de viajeros de Todorov (como se citó en Colombi, 2010), se puede afirmar que Rubén Darío ha tomado el rol de asimilador y filósofo, ya que mientras cuenta y narra cuáles son las características de sus compatriotas y de los paisajes nicaragüenses se puede notar que estos guardan cierta semejanza con la personalidad de Darío. No en vano se menciona que las mujeres tienen una belleza muy especial, y que hay gente de su pueblo que se diferencia del resto de centroamericanos por ser emprendedores. Es decir, podría dar la impresión de que el poeta estuviera haciendo todo lo posible para parecerse a su entorno y viceversa. Asimismo, no son fortuitos los comentarios que hace acerca de otros países como Panamá y Guatemala, ya que pensar en ellos y en su historia le permite percatarse de lo que realmente significa ser nicaragüense. Otro punto relevante para tomar en cuenta es que, en muchas partes del texto, Darío se remonta en el tiempo y medita sobre la época colonial, los presidentes que ha tenido su país y lo que hicieron por su patria. Todo ello, sumado a sus vivencias en ciudades importantes como París, Santiago y Buenos Aires, que le brindaron la posibilidad de analizar cuál era su condición de nicaragüense en el mundo.
El punto de vista es un elemento importante dentro del periodismo narrativo. Según Wolfe (1976) es una herramienta que proporciona mayor vigor a una historia de no ficción. Los periodistas solían emplear la tercera persona cuando un ente fuera de la historia cuenta los sucesos. Este recurso se puede visualizar mejor en el siguiente fragmento de Guillermoprieto:
En la sala de aduana, el calor era como una bestia encerrada que respiraba incendios. Aparte de los guardias nacionales y sus terroríficos lentes de sol (que no se quitaban tampoco en la sombra), había apenas una docena de pasajeros, una cinta de equipaje, dos o tres burócratas encargados de revisar los pasaportes, y un mapa de relieve del istmo centroamericano. (2010, pp. 136-137)
De esta forma, parece que un ser invisible estuviera describiéndonos aquella situación, como un ser ajeno a la narración. De acuerdo con su perspectiva, se puede inferir que aquella sala de aduana era un espacio tórrido. Por lo que se emplea la figura literaria del símil, con la intención de crear cierta semejanza entre el clima caliente con un incendio. Asimismo, al utilizar el adjetivo ‘terrorífico’, ya se está ejerciendo un punto de vista, un juicio de valor que implica una percepción negativa del objeto que se está calificando. En este caso, serían los lentes de sol. Cabe mencionar, también, que este ente imperceptible que nos brinda su punto de vista nos cuenta algunos detalles, como el número de pasajeros, el clima, el espacio y los objetos que hay en el ambiente. Esta herramienta también se observa en Darío:
El bananero erige su ramillete de estandartes, de tafetanes verdes, sobre los cuales, cuando llueve, vibra el agua redobles sonoros; y las palmeras varias despliegan, unas bajas, como pavos reales, anchos esmeraldinos abanicos; otras, más altas, airosos flabeles; las otras son como altísimos plumeros, orgullosas bajo el penacho, ya entreabierta la colosal y oleosa y dorada flor del «coroso», ya colgante la copiosa carga de cocos, cuya agua fresca y sabrosa es la delicia de las canículas. (1919, p. 33)
De la cita anterior, que corresponde al texto El viaje a Nicaragua de Darío, se puede observar que un sujeto invisible nos brinda varios detalles de una determinada situación desde su óptica. En este caso, hay una mención de adjetivos, tales como anchos, altas y airosos, los cuales permiten entender mejor la escena y poder entrar en el lugar de los hechos.
Según Genette (1989), la descripción propicia que el momento de la historia y de los sucesos transcurran de manera simultánea. Ello genera la sensación de paralelismo en un mismo relato. Este recurso se puede evidenciar en Guillermoprieto:
El taxi era un vetusto modelo de aquellos que tenían como colmillos en el frente y aletas de tiburón atrás. Hubiéramos podido caber sin problema ocho personas, pero yo era la única pasajera, y en cuanto arrancamos me sentí muy sola. El áspero terciopelo sintético del asiento me cepillaba los muslos; el carro rebotaba, según los baches, ahora suavemente, ahora con rechinidos histéricos, y el chofer guardaba un silencio negro, feroz, deprimido, que después aprendería a reconocer entre aquellos que han sufrido alguna catástrofe. (2010, p. 138)
Con relación a la cita anterior, se puede decir que, desde la perspectiva de Alma Guillermoprieto (la protagonista y narradora de la historia) el automóvil donde viajaba era antiguo y, gracias a los detalles y a la descripción que realiza, es posible percatarse de que ella estuvo incómoda viajando allí, ya que menciona que el asiento le lastimaba los muslos y que los baches en el camino y el rechinar del auto empeoraban la situación; y se le suma la disposición del conductor del auto, quien permaneció en silencio. Para Alma, el hecho de no hablar no era un asunto banal, ya que ello implicaba una desidia o una falta de ánimo no necesariamente momentánea, sino que podía ser el resultado de una pérdida humana, una enfermedad o un conflicto personal.
En el siguiente fragmento de la obra de Dario se puede evidenciar una descripción lírica acerca de la localidad de Masaya:
En mi memoria queda Masaya como una tierra melodiosa y hechicera. Siempre recordaré con vagas saudades sus alrededores pintorescos, sus lagunas cercanas, sus alturas llenas de vegetación, sus paisajes dorados con oro del cielo, la gracia y la sonrisa de sus mujeres, el entusiasmo sincero de sus gentiles habitantes y el clamor lírico de sus violines en la noche; sus admirables violines, que hablan en lengua de amor, en idioma de pasión y de ensueño. (1919, pp. 137-138)
Asimismo, para enriquecer esta explicación, el autor utiliza ciertas figuras literarias como el símil al comparar Masaya con una tierra melodiosa y hechicera. Utiliza, también, la personificación, ya que le da vida a los violines al decir que estos se expresan en una lengua y en un determinado idioma. Todo ello sumado a la utilización de adjetivos genera que aquella escena sea más verídica.
Tanto la literatura como el periodismo han tenido vínculos muy cercanos. Como consecuencia de esta estrecha relación, en el Nuevo Periodismo se utilizan técnicas muy semejantes a las que se usan en la literatura, como relatar un hecho escena por escena, manejar el tiempo de los sucesos y la capacidad para crear una atmósfera por medio de palabras. Hoyos (2003), cronista colombiano, menciona que es importante que en una narración haya una secuencia cronológica, en la que las escenas transcurran una por una como una especie de espiral, pues de ese modo se genera una sensación realista y de credibilidad. Al utilizar esta herramienta de escena por escena, el narrador de la historia está ausente y da paso a que los lectores sean testigos de cómo van ocurriendo los hechos. En el texto de Guillermoprieto se presenta de la siguiente forma:
A la mitad del vuelo, el sistema de sonido irrumpió en zumbidos y truenos. De la borrasca eléctrica se desprendieron, como piedras, algunas palabras: Capitán… Santiago… Fuerzas Armadas… Allende…
– ¿Qué dijo? - le pregunté angustiada a la aeromoza de Braniff.
– Que ha habido un golpe y que Allende se suicidó -respondió tranquila-. Vamos a aterrizar en Buenos Aires.
Acto seguido, se repartió champán, y el avión estalló en aplausos y risas. Haciendo la fila de la aduana en Buenos Aires aquel 11 de septiembre, por única vez en la vida me desmayé. (2010, pp. 133-134)
Efectivamente, se puede observar qué sucede minuto a minuto, ya que se cuentan las acciones sin cesar, sin tomar un respiro. Por ejemplo, al comienzo se explica qué pasó al inicio del vuelo e inmediatamente después se cuenta qué palabras se dijeron:
«Allende, Fuerzas Armadas, Santiago». Luego, aparece un diálogo que, en cierto modo, agiliza la narración no solo por el mero hecho de que aparece una conversación sino por lo que se dice en ella: el golpe y el suicidio de Allende. Finalmente, se cuenta cómo reaccionó la gente del avión ante la noticia y de qué manera actuó Alma cuando supo aquel acontecimiento.
En el siguiente texto de Darío es posible seguir cada hecho de la narración gracias a esta herramienta literaria de la sucesión de escenas:
Me embarqué en un vapor francés, La Provence, en el puerto de Cherbourg, y llegué a Nueva York sin más incidente en la ruta que una enorme ola de que habló mucho la prensa. Según Luis Bonafoux, la caricia del mar iba para mí… Muchas gracias. Pasé por la metrópoli yanqui cuando estaba en pleno hervor una crisis financiera. Sentí el huracán de la Bolsa. Vi la omnipotencia del multimillonario y admiré la locura mammónica de la vasta capital del cheque. (1919, p. 2)
En un inicio, se observa cómo Darío se encuentra en un vapor francés, y luego se traslada a Nueva York. Casi a la mitad de la cita, hay una reflexión que no obstaculiza la narración, ya que esta es escueta. Finalmente, es posible sumergirse
en las últimas acciones que Darío llevó a cabo, debido a que las tres últimas oraciones de la cita empiezan con un verbo en pasado, lo cual nos indica paso a paso lo que el escritor nicaragüense estuvo viviendo.
El diálogo es otra herramienta importante del periodismo narrativo, mediante la cual es posible saber lo que cada personaje dice en un específico momento. Además, gracias a los diálogos se analiza la forma de ser de quienes integran una historia (Wolfe, 1976). Como se puede observar a continuación en el texto de Guillermoprieto:
– ¡Le dije que me llevara a Managua, y al hotel! - grité. El chofer se volteó hacia mí, y dijo:
– Doña, estamos en Managua. (2010, p. 139)
El pequeño diálogo citado líneas arriba da cuenta de la situación en la que se encontraba Alma Guillermoprieto. Gracias a esta sucinta conversación entre el conductor del auto y ella se infiere que la cronista mexicana se encontraba muy tensa. Ello se refleja en el uso de los signos de admiración, los cuales denotan ansiedad y preocupación. Asimismo, se puede deducir que ella no conocía el territorio nicaragüense, ya que si no fuera por el chofer no se hubiese percatado de que ya estaba en Managua.
En ambas crónicas puede notarse el empleo de las herramientas del periodismo narrativo, las cuales brindan un tono más literario a los textos. Sin embargo, como ambas crónicas pertenecen a etapas distintas –al modernismo y a la contemporaneidad–, tienen una prosa diferente; lo que se refleja en la utilización de figuras literarias y ciertos artilugios del lenguaje.
También, los textos se diferencian por su extensión. La narración de Guillermoprieto es mucho más sucinta tanto en el número de páginas como en el espacio que le dedica a comentar sobre el trayecto a Nicaragua. En cambio, Darío emplea mayor cantidad de líneas, no solo a hablar del país sino también al remontarse en el tiempo y sumergirse en su historia. El texto de Guillermoprieto se encuentra dentro de un libro que es un compendio de crónicas latinoamericanas, mientras que la crónica de Darío pertenece a un libro dedicado exclusivamente a comentar sobre Nicaragua. Existe un vínculo más cercano entre este autor y el país centroamericano; aunque debe señalarse que Darío, al igual que Guillermoprieto, ha escrito crónicas sobre otros países latinoamericanos.
Cada autor se inclina por utilizar, con mayor frecuencia, determinadas herramientas del periodismo narrativo. Por ejemplo, Alma Guillermoprieto tiende a utilizar más los diálogos, lo que puede obedecer, en parte, a que ella va a Nicaragua como reportera, de manera que fue más probable que dialogara con sus entrevistados y les formulara preguntas acerca de la experiencia de vivir en aquel país. En cambio, Darío opta por las descripciones y por la narración en primera persona. Esta situación tiene explicación en el hecho de que el autor es nacido en Nicaragua, por lo que no tiene mayor necesidad de hablar en función de los demás personajes, porque ya conoce sus costumbres y su forma de vida. Se destaca, además, que una de las mayores virtudes de Darío, en su producción literaria, es su prosa embellecida, llena de adornos con el lenguaje. Quizá por ello, hasta cierto punto, él prefiere describir sus emociones, los paisajes y sus vivencias, ya que de esa manera siente la total libertad de poder brindar su visión de los hechos y no sentirse supeditado a incluir voces ajenas a la suya.
En las dos crónicas no se evidencia la oralidad de los nicaragüenses ni de los mismos autores; es decir, se podría considerar que ambos textos tienen una prosa que se asemeja más a la estándar que a la oriunda de Nicaragua. En el caso de Darío, podría deberse a que él prefiere utilizar una prosa elegante y europeizada, de gran notoriedad por su pluma artística (González, 1983). Guillermoprieto, en cambio, prefiere mostrar sus propias impresiones acerca de lo que implica viajar a Nicaragua. Con ello, le estaría otorgando mayor realce a su interpretación de los hechos y restando importancia a temas accesorios, como la forma de comunicarse entre las personas de aquel país; vale decir, la jerga que utilizan de acuerdo con el grupo etario.
De otro lado, un aspecto que no se puede dejar de lado al analizar ambas crónicas es el contexto histórico. Evidentemente, como los textos elegidos para este trabajo pertenecen a épocas distintas, la experiencia nicaragüense difiere entre los dos autores.
Guillermoprieto viaja al país centroamericano en un momento convulso, pues estaba aconteciendo la revolución sandinista, una etapa tensa para el país, no solo por la crisis política, sino también por las carencias económicas que padecían los ciudadanos y la incertidumbre que se vivía en un contexto incierto, donde parecía que el futuro era desolador. Por su parte, Darío no solo se restringe a comentar la parte histórica que, si bien no era la más propicia, no aparentaba ser tan sombría. Le dedica varias páginas a comentar sus recuerdos en aquellas tierras, describe los paisajes, rememora algunas figuras reconocidas que han viajado hasta allá y, a todo ello, le imprime su propia huella; es decir, interpreta los hechos a su manera. No solo de forma contemplativa, sino también con ojo crítico, deteniéndose en analizar las deficiencias que encontraba en su tierra natal y preguntándose constantemente qué significa ser nicaragüense y cómo esto es visto en el mundo.
El llamado sandinista, de Alma Guillermoprieto, es una crónica de la época contemporánea sobre el viaje y los acontecimientos en el recorrido que hace esta periodista para llegar a Nicaragua. A diferencia del modernismo, donde suele interesar un acontecimiento en especial, en el caso del texto de Alma, tiene gran interés el desplazamiento; destacando todos los obstáculos y anécdotas que debe sobrellevar para finalmente poder llegar a su destino, poniendo énfasis a los sucesos para que la crónica mantenga su sentido y relevancia. Precisamente, es en el trayecto donde se encuentra el meollo del texto, lo interesante, la mirada particular que ella tiene acerca de Nicaragua, lo que implica ir a reportear y buscar historias y entrevistados en una tierra ajena a la suya.
Con relación a la prosa de la crónica de Guillermoprieto se observa que dista mucho de las características del modernismo, ya que, más bien, contiene un lenguaje mucho más sencillo, diferente al texto de Darío. Ello no significa que el relato de Guillermoprieto carezca de algunas figuras literarias como símil y personificación. Sí las presenta; sin embargo, es notoria la diferencia entre la pluma de un autor y otro. Además, la visión que la periodista mexicana tiene sobre Nicaragua es muy distinta a la de Rubén Darío, lo que obedece a que Alma es una extranjera que viaja a dicho país para realizar una labor profesional, como lo es cubrir un hecho noticioso importante. En cambio, Darío, al ser natural de Nicaragua, inevitablemente tiene una mirada distinta. En la crónica de Darío se evidencia una visión más romántica no solo de su país, sino de Centroamérica. Él, no solo habla de su vida y su vínculo con Nicaragua, en varios momentos de la crónica se remonta en la historia y nombra a ciertos personajes que han sido importantes a lo largo de los años, como presidentes, diplomáticos o personalidades que ostenta poder en el país.
Darío no se enfoca en contar un evento en específico, por el contrario, opta por narrar una sucesión de hechos y todo su recorrido hasta llegar a Nicaragua. Aquella narración ornamentada de figuras literarias, de oraciones largas, priorizando la utilización de adjetivos para otorgar mayor verosimilitud y belleza a lo que se cuenta son aspectos fundamentales que están presentes en la prosa de Darío y de los modernistas, quienes no solo estuvieron influenciados por ciertos escritores europeos, sino que, por medio de su pluma, quisieron encontrar su propia voz y su autenticidad.
Por último, en las crónicas de viajes, Darío se convierte en un cicerone y el lector toma el rol de un acompañante, que tiene la posibilidad de hacer un gran tour, desempeñar el papel de flaneur y sumergirse en una historia llena de personajes principales, así como de detalles, paisajes y lugares recónditos, que permiten vivir una experiencia tan real como una crónica. Pese a que algunas veces puede tener un tinte de ficcionalidad, vale la pena experimentarla.
La autora de la presente investigación declara que no
presenta conflicto de intereses.
La investigación se realizó de conformidad a los principios
eticos del conocimiento en las Ciencias de la Comunicación.
AJAA: elaboración, desarrollo, conclusión y redacción de la
investigación para su publicación.
Financiamiento
La investigación
se realizó con recursos propios de la autora.
Agradezco a la revista Correspondencias & Análisis por
la oportunidad de publicar esta investigación.
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