El relato como arma: las problemáticas conceptuales de
la posverdad en el siglo XXI
The narrative as a
weapon: The conceptual challenges of post-truth in the 21st century
Alejandro
Gabriel Lagos
Correspondencia:
alagoscoordinadoroperativo@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-8724-5016
Universidad de La Frontera, Universidad
Austral de Chile.
Christian Berríos Marambio
https://orcid.org/0009-0005-3398-8953
Universidad de Chile.
Recibido: 18/03/2025
Aceptado: 06/05/2025
DOI: https://doi.org/10.24265/cian.2025.n21.05
Para citar
este artículo:
Lagos, A. G., & Berríos, C. (2025). El relato como
arma: las problemáticas conceptuales de la posverdad en el siglo XXI. Correspondencias
& Análisis, (21), 137-167. https://doi.org/10.24265/cian.2025.n21.05
El
presente artículo tiene como objetivo indagar el fenómeno de la posverdad en la
época contemporánea, tomando como referencia los casos del plebiscito
colombiano de 2016 (Plebiscito por la paz) y el proceso constituyente chileno
de 2022 (Convención Constitucional). Se parte de la premisa de que en ambos
plebiscitos fueron desplegados un conjunto de relatos inestables a nivel
argumental con fines políticos específicos, en un contexto de polarización de
las posiciones en clave de posverdad, entendiendo a esta última, como la
exacerbación de argumentaciones con una centralidad afectivo-comunicacional. Se
utilizó una metodología teórico-analítica de estudio de contenido a discursos
públicos, entrevistas y narrativas mediatizadas que circularon en dichos contextos.
Se puede concluir que los procesos de 2016 en Colombia y 2022 en Chile, tienen
condiciones de posibilidad específicas en el marco del despliegue de la
posverdad, las cuales van desde las estrategias de enemización
y las características del actual modo de producción, pasando por los avances
tecnocientíficos, e inclusive, las nuevas formas de comprensión y ejercicio del
conflicto bélico. Sin embargo, se concluye, también, que solo desde una
estrategia interdisciplinaria, esta clase de fenómenos pueden ser comprendidos
y estabilizados tanto en el plano conceptual, como en el categorial.
Palabras clave:
Comunicación política, desinformación, enemización,
posverdad, dispositivos tecno-comunicacionales
This article explores the post-truth phenomenon in
contemporary times, referencing cases of the 2016 Colombian plebiscite (Peace
Plebiscite) and the 2022 Chilean constituent process (Constitutional
Convention). It is based on the premise that these articulations were deployed
for specific political purposes, in a context marked by the exaltation of
narratives and stances shaped by post-truth dynamics. The latter is understood
as the exacerbation of arguments with an affective-communicational centrality.
A theoretical-analytical methodology focuses on content analysis of public
discourses, interviews, and mediated narratives circulated in both contexts. It
is concluded that the events of 2016 in Colombia and 2022 in Chile are
conditioned by specific post-truth dynamics, ranging from enemy-making strategies
and the characteristics of the current mode of production to technoscientific
advancements and new forms of understanding and conducting warfare. However, it
is also concluded that these phenomena can be conceptually and categorically
understood and stabilized only through an interdisciplinary strategy.
Keywords: Political
communication, disinformation, enemy-construction, posttruth,
techno-communicational devices
La
posverdad como fenómeno adquirió relevancia importante desde 2016, debido a procesos
políticos como el referéndum del Brexit y las elecciones estadounidenses de ese
mismo año. En ese marco, la posverdad se ha instalado como un objeto de estudio
relevante respecto al despliegue de piezas de desinformación, estrategias
afectivo-comunicacionales y la aplicación de estrategias de enemización
comunicacional. Todo ello, enmarcado en lo que conceptualmente presentó el
escritor serbio-estadounidense Steve Tesich a inicios
de los años noventa en su columna «A Government of Lies» (1992). Para el autor, la posverdad se define como un
mecanismo comunicacional basado en estrategias afectivas desplegadas por
administraciones gubernamentales en contextos de crisis, sostenido por acuerdos
tácitos entre el poder político y una ciudadanía predispuesta a aceptar
narrativas emocionales por explicaciones racionales.
En ese
marco, el presente artículo tiene como objetivo desarrollar conceptualmente lo
que se entiende por posverdad, identificando su origen y las formas que ha
adoptado a lo largo del tiempo, así como por los avances tecnológicos
traducidos en nuevos dispositivos tecno-comunicacionales. Los cambios de
organización de la empresa capitalista, traducidos en lo que Deleuze (2009)
define como el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control; y
las nuevas formas de valorización de los afectos y los cuerpos, traducido en lo
que Andrea Fumagalli (2010) define como «Bioeconomía y capitalismo cognitivo».
En
primera instancia, el artículo presenta los orígenes y las discusiones respecto
a la definición de posverdad a través de las definiciones de Steve Tesich (1992), Saul Newman (2019), Maximilian
Conrad (Newman & Conrad, 2024), Ari-Elmeri Hyvönen (2018) y Lee McIntyre
(2021), con el objetivo de estabilizar una definición que se adecúe a las características
del modo de producción capitalista contemporáneo y al desarrollo actual de los
dispositivos tecno-comunicacionales.
En un
segundo momento, se aborda el despliegue del régimen de posverdad en el caso
del plebiscito colombiano por la paz en 2016 y el plebiscito constitucional
chileno en 2022. El caso colombiano se analiza a través de la revisión de
entrevistas dadas por expertos y al jefe de campaña de la opción «No» del
plebiscito, Luis Carlos Vélez. En ese proceso se evidencia una difusión acelerada
y amplificada de discursos orientados a la construcción de un enemigo bajo
características predominantemente afectivo-emocionales (González, 2017). Esta
forma de construcción mediática del enemigo es planteada por Carlos del Valle,
en la presentación de distintas estrategias de enemización
a lo largo de la historia moderna tomando como ejemplo el proceso colonizador
chileno, en sus trabajos La construcción
mediática del enemigo (2021) y
Economía política del enemigo (2024). Ambos estudios presentan una
aproximación a las estrategias de enemización a
escala regional y global que permiten comprender las condiciones para el
despliegue de la posverdad. Este desarrollo abre el segundo caso de análisis:
el plebiscito constitucional chileno de 2022, proceso que grafica la manera en
que la posverdad opera estratégicamente en la manipulación de la opinión
pública, a través de la revisión de entrevistas e investigaciones que abordan
el proceso político chileno de 2022.
El
desarrollo conceptual de la posverdad, enmarcada en estos casos de alta
connotación pública, obliga a los autores a integrar elementos teóricos clave
para la estabilización del concepto de posverdad y su relación con el modo de
producción contemporáneo, a través de las elaboraciones de Deleuze (2009), con
respecto al paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control; y la
elaboración de Fumagalli (2010), donde el desarrollo de la bioeconomía y del
capitalismo cognitivo abren las condiciones para un despliegue del régimen de
posverdad, principalmente por la aparición de nuevas formas de valorización del
capital –en torno a la generación de valor en los afectos, emociones y bienes
inmateriales– y de los procesos de subjetivación de la población, el cambio en
las formas de subjetivación disciplinarias a modulares, el cambio de
organización en la fábrica, los procesos de control, entre otras (Deleuze,
1999).
Sin
embargo, la imposición de ciertos relatos de carácter afectivo en la
construcción de la noción de amenaza política no sería posibles sin un contexto
global marcado por conflictos de fuerza. En ese sentido, se aborda la
articulación entre el fenómeno de la posverdad y las formas contemporáneas de
guerra, a partir de los aportes de Lazzarato (2022) y
la doctrina militar formulada por Valeri Gerasimov
(Colom-Piella, 2018; Gerasimov,
2016). Lazzarato (2022) afirma que el capitalismo
contemporáneo funciona como una máquina «Estado-capital» que recurre de forma
estructural a la guerra –militar, económica, semiótica o afectiva– para
resolver sus crisis internas y reproducirse. En este marco, las instituciones
de poder –lejos de ser garantes de estabilidad democrática– se constituyen como
dispositivos estratégicos que producen división, sometimiento y control a
través del conflicto.
Complementariamente,
la noción de «guerra híbrida» desarrollada por el militar estratega ruso Valeri
Gerasimov (Colom-Piella,
2018; Gerasimov, 2016) permite entender cómo los
conflictos actuales incorporan tácticas comunicacionales orientadas a manipular
percepciones, desinformar y polarizar a la opinión pública, desplazando el
enfrentamiento militar directo hacia el dominio informacional.
Estas
estrategias encuentran su expresión más eficaz bajo el régimen de posverdad,
entendido como un modo de organización del discurso político en el que los
hechos objetivos ceden ante narrativas emocionales, segmentadas y polarizantes.
Así, la posverdad no solo opera como un estilo discursivo, sino como
una tecnología de poder que estructura la disputa política contemporánea. Tales
fueron los casos del plebiscito por la paz en Colombia (2016) y el plebiscito
constitucional en Chile (2022), donde en ambos procesos políticos, la
centralidad afectivo-comunicacional jugó un rol decisivo en los resultados,
activando miedos, distorsiones ideológicas y relatos beligerantes que
condicionaron el ejercicio democrático.
El año
2016 fue un momento álgido para la política demoliberal, debido principalmente
a la irrupción masiva de una estrategia innovadora en el plano del
posicionamiento de ideas y perspectivas políticas en amplios sectores de la
población. El referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la Unión
Europea (Brexit), el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia y las
elecciones presidenciales estadounidenses que enfrentaron al outsider Donald Trump con Hillary
Clinton, dejaron entrever un fenómeno tecno-comunicacional múltiple en el que
ciertas premisas en el plano político tradicional quedaron en entredicho.
El
fenómeno de la posverdad ha sido abordado en diversos lugares y planos, desde
discusiones académicas en el campo de la comunicación hasta en los discursos de
diversos sectores políticos. Durante 2016 irrumpió con fuerza en el escenario
mediático global, pero ahí no yace su origen. La posverdad como palabra y
concepto se remonta a comienzos de la década de los años noventa, cuando el
escritor serbioestadounidense Steve Tesich escribió para la revista política The Nation la
columna titulada «Government of Lies»
(1992) donde sostiene como tesis central que la línea entre verdad y mentira se
hizo cada vez más indistinguible cuando la opinión pública estadounidense se
vio interpelada por engaños como el Watergate,
el Contragate
y los relatos caóticos alrededor de la primera guerra del Golfo. En ese marco
referencial, Tesich sostiene que la sociedad
estadounidense pasó del «síndrome Vietnam» al «síndrome Watergate», al que considera aún más nocivo para el estatuto
ciudadano.
Tesich
(1992) sostiene que la memoria frágil de la opinión pública estadounidense se
debió, en parte, a la técnica y estilo de difusión de las informaciones por
parte de las administraciones gubernamentales, las que posicionaron en sus
comunicados elementos más próximos a la dimensión afectiva-comunicacional que a
la explicación racional de los sucesos.
Es
igualmente sustancial develar que Tesich, no
considera que este factor opere por sí solo, como si fuese un mensaje
unidireccional en clave de manipulación de masas, sino que establece que existe
una especie de acuerdo tácito entre las administraciones portadoras de los
fracasos militares y escándalos autoritarios e importantes sectores de la
población que buscan apegarse a nociones afines a sus perspectivas ideológicas,
en un determinado contexto de crisis:
And yet, nothing happened.
Nothing happened. The Iran/Contra scandal became the Iran/Contra farce.
President Reagan perceived correctly that the public really didn’t want to know
the truth[1]. (1992, p. 12)
El
concepto que delinea Tesich permite descubrir que el
autor no está pensando en clave de dominación, sino más bien de hegemonía,
entendiéndola en un sentido gramsciano, que se refiere al equilibrio de la
sociedad política con la sociedad civil como bien expresa Antonio Gramsci
(2013) en su carta a Tatiana Schucht de 1931, donde
estudia la relación de los intelectuales con el Estado:
Ese estudio me lleva también a ciertas determinaciones del concepto de
Estado, que generalmente se entiende como sociedad política (o dictadura, o
aparato coactivo para configurar la masa popular según el tipo de producción y
la economía de un momento dado), y no como un equilibrio de la sociedad política
con la sociedad civil (o hegemonía de un grupo social sobre la entera sociedad
nacional, ejercida a través de las organizaciones que suelen considerarse
privadas, como la Iglesia, los sindicatos, las escuelas, etc.). (Gramsci, 2013,
p. 272)
En esta carta,
Gramsci establece el centro del rol hegemónico consistente en la capacidad de
un grupo social específico de dirigir sobre la entera sociedad nacional; a
través de diversos organismos, y a la luz de las décadas de este desarrollo
conceptual, es pertinente considerar a los medios de comunicación en esta
constelación de la construcción hegemónica.
En torno
a la problemática planteada por Tesich (1992), la
capacidad de la conducción general de la sociedad se expresa específicamente en
las capacidades de las administraciones que pueden recubrir determinadas
crisis, apelando a una maquinaria afectivo-comunicacional que permite,
parafraseando a Gramsci (2013), la preservación de la «dirección intelectual y
moral» (p. 486) de una nación sacudida por el escándalo.
En ese
marco, la potencia del concepto de Tesich (1992) es
que otorga una definición dinámica al vocablo «posverdad», ya que
implícitamente considera que este fenómeno actúa como una técnica
comunicacional, pero que además, se comporta como una relación política entre
las administraciones y la ciudadanía, la que puede tomar el camino de la
crítica como es el caso de Tesich, o puede plegarse a
los lineamientos estratégicos de la administración, a través de la validación
del recurso afectivo-comunicacional. Lo que está en juego con este movimiento a
ojos del autor, es la elección de la ciudadanía estadounidense, la que ha
escogido libremente la servidumbre voluntaria como forma de vida.
El
ejercicio intelectual de Tesich (1992) en su columna
permite descartar la homologación entre «posverdad» y mentira, siendo la
posverdad un razonamiento más complejo que apunta a la generación de una
relación comunicacional de carácter asimétrico (administraciones y poblaciones)
en la que la centralidad del argumento guarda relación con un eje
afectivo-comunicacional que no necesariamente recurre a la mentira para su
despliegue, siendo esta última, un recurso más de los empleados para su
desarrollo.
En ese
sentido, la centralidad de la estrategia de posverdad consiste en la expansión
de nociones que son esparcidas a través, para y por grupos sociales específicos
con fines políticos concretos. En esta línea, el abordaje conceptual realizado
por Tesich (1992) encontró diversos ecos a lo largo
de las décadas, uno de ellos fue el trabajo Lee McIntyre
(2021).
Para el
autor la posverdad tiene un rendimiento estrictamente vinculado a fines
políticos autoritarios:
I believe that the best way to
understand it is that fake news –and false accusations of fake news– are the
tactics by which the authoritarian goal of post-truth politics tries to fulfill
its purpose[2].
(McIntyre,
2021, p. 113) McIntyre (2021) sostiene que la
posverdad, a la que ve como una táctica originada con fines autoritarios, no
puede ser entendida como una mentira, debido a que implica en su desarrollo
factores de dominación política vinculados a la falsedad, es decir, la mentira
nuevamente queda excedida en materia de estabilización categorial en pos del
rendimiento político específico.
Este
despliegue para McIntyre (2021) es problemático ya
que abre el riesgo del comienzo de un ciclo de disputas irresueltas en donde
cualquier argumento, por inverosímil que sea, puede posicionarse como una
alternativa política y argumental. En ese marco, la idea misma de verdad en este
ambiente tomaría un cariz «partisano» (p. 117), afirmando además que en el
marco del desarrollo tecno-científico orientado a las comunicaciones, este
problema se irá agudizando, favoreciendo con ello el afianzamiento del
autoritarismo político:
Audio and video itself may
become the next battlefield for post-truth – and the threat of authoritarianism
may correspondingly grow[3]. (McIntyre, 2021, p. 122)
En una
forma de articulación similar a la de McIntyre
(2021), Saul Newman (Newman, 2019; Newman & Conrad, 2024) encara el
problema de la posverdad desde la crisis de lo político.
Para
Newman (2019) la posverdad opera sobre dos ejes desestabilizadores en el nivel
político. El primero es el político demagógico, encarnado por Putin y Trump,
como parte de un nuevo paradigma político asociado con populismos nacionalistas
y autoritarios que aparecen en los regímenes democráticos, donde figuras como
los actuales presidentes de Estados Unidos y Rusia, además de lobbistas, estrategas de campaña, jefes de prensa y trolls de
internet son tanto el síntoma como los responsables. El segundo eje es el
desprecio al especialista, en ese sentido, este operaría como un mecanismo
proveniente del populismo autoritario que busca poder establecer sus
planteamientos en la opinión pública contra el establishment.
En la
misma línea que McIntyre (2021), Newman (2019)
entiende que las tecnologías disruptivas, en especial las vinculadas a las
redes sociales, operarían como espacios fértiles para el desarrollo de este
caldo de cultivo para el autoritarismo:
There are, no doubt, many
factors that give rise to this post-truth condition. One could point to, for
instance, the role of ICT and social media in the circulation of ‘alternative
facts’ and conspiracy theories, in facilitating the internet echo chambers in
which post-truth resonates, and in making it possible for companies and
political campaigners to employ sophisticated algorithms to identify target
audiences, shape political con stituencies and spread
misinformation[4].
(p. 98)
Este
fenómeno que, en su conjunto, debilitaría la verdad factual como requerimiento
necesario para la vida en sociedad, el autor lo entiende como el surgimiento de
un nuevo paradigma político, en donde el líder populista recurre a la posverdad
como eje político para la consecución de sus fines. Sin embargo, para Newman
(2019) lo profundo de la crisis ocasionada por la instrumentalización de la
posverdad con fines políticos estratégicos, al igual que para McIntyre (2021), es la destrucción del piso mínimo de
discusión racional y deliberativa:
Post-truth erodes the common
world upon which political life is founded. Not only do lies,
mis-/disinformation, and ‘fake news’ disrupt and distort communication, making
rational deliberation between citizens virtually impossible ... but their
prevalence today works to create a sense confusion of about the nature of
reality itself. The inability to distinguish between truth and falsehood makes
any kind of cognitive mapping of the world extremely difficult[5]. (Newman & Conrad, 2024, p. 6)
En
consonancia con los planteamientos de McIntyre (2021)
y Newman (2019), Hyvönen (2018) sostiene que el
riesgo que tiene la posverdad para las sociedades democráticas consiste en la
«erosión del mundo común» (p. 2) generada por la irrelevancia creciente de la
verdad factual en el discurso público. En ese sentido, Hyvönen
considera que para que la democracia funcione, el debate agonal requiere de la
verdad factual[6],
puesto que solo desde ahí es posible establecer mínimos comunes. Esto la lleva
a sostener que la posverdad es un mecanismo que amenaza a la democracia desde
su base. Con similitudes marcadas con el trabajo de Newman, Hyvönen
habla de las post-truth politics, que
amenazan toda la infraestructura factual. En ese marco y al igual que los otros
autores mencionados, el problema de la posverdad lo fija en la esfera política
y en el marco del despliegue de la democracia representativa.
El
rastreo del concepto nos permite visualizar a la posverdad como un problema
político que atraviesa la esfera comunicacional, política y económica; y que
tiene como principal riesgo la desestabilización del régimen político
demoliberal, por medio de la erosión de la verdad factual como mecanismo de
construcción de los mínimos comunes para la generación del debate político.
Para
desarrollar la estabilización conceptual de la posverdad se utilizan casos de
alta connotación política que hayan sido de fuerte impacto en el nivel
mediático y donde las estrategias de enemización y
desinformación hayan sido relevantes.
La
metodología se abordó desde una perspectiva teórico-analítica de carácter
interdisciplinaria y exploratoria, sustentada en un enfoque de análisis de
contenido de fuentes secundarias como artículos de investigación, reportes,
entrevistas de expertos y análisis de notas periodísticas digitales ad-hoc a los casos estudiados. En ese
marco, se seleccionaron dos casos de alta connotación pública: el plebiscito
por la paz de Colombia de 2016 y el plebiscito constitucional chileno de 2022,
los cuales se identificaron como momentos de importante intensificación
discursiva, a través de una gran proliferación de piezas de desinformación y
discursos centrados en elementos emotivo afectivos (González, 2017; Guadarrama
et al., 2025; Navarro, 2021).
El corpus
analizado corresponde a discursos públicos, entrevistas y narrativas
mediatizadas que circularon en dichos contextos, recogidos desde fuentes
secundarias como reportajes periodísticos, columnas de opinión y declaraciones
de distintas figuras públicas y políticas. El criterio de selección se basó en
la relevancia que tienen para ilustrar las estrategias de enemización
y el despliegue de los discursos afectivo comunicacionales en los dispositivos
tecnológicos, así como su potencial para evidenciar las condiciones
estructurales de posibilidad del fenómeno de la posverdad.
El
objetivo del artículo es la elaboración y estabilización conceptual de un
fenómeno contemporáneo complejo que requiere marcos interpretativos flexibles y
de largo alcance teórico. Este artículo propone una lectura crítica y situada
de los procesos discursivos, poniendo en tensión el régimen interpretativo de
la posverdad.
Habiendo
hecho una primera aproximación al concepto de posverdad, se entiende la clase
de debates que provoca a nivel conceptual, ya que desde diversos
posicionamientos surgen abordajes plurales, en los que las soluciones no son
unívocas y la palabra en sí se confunde con conceptos tales como fake news, piezas
de desinformación, bulos informativos, unfaking news, etc. Esta falta de pulcritud es un problema
recurrente en los trabajos sobre posverdad, puesto que, en su gran mayoría, el
concepto es indistinto para una constelación de definiciones que tienen
significados diferenciados (Lewis & Marwick,
2017; Tandoc et al., 2018).
El
plebiscito por la paz en Colombia, convocado para refrendar el acuerdo de paz
entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), es un proceso de destacada relevancia para comprender los
modos en que opera la posverdad en el conflicto político contemporáneo. A pesar
de que el acuerdo buscaba poner fin a un conflicto armado que se arrastraba por
más de medio siglo entre el Estado colombiano y las FARC, la campaña del «No»
logro imponerse por un estrecho margen mediante una estrategia que desplazó el
eje del debate desde la deliberación racional hacia una movilización
afectivo-comunicacional basada en el miedo, la desconfianza y la indignación
(Bonilla, 2017; Cárdenas, 2024; González, 2017).
Si
observamos el resultado electoral desde la conceptualización del problema de la
posverdad, las declaraciones del jefe de campaña del «No», Luis Carlos Vélez al
periódico La República el 5 de
octubre de 2016, adquieren plena relevancia:
Descubrimos el poder viral de las redes sociales. Por ejemplo, en una
visita a Apartadó, Antioquia, un concejal me pasó una imagen de Santos y
Timochenko con un mensaje de por qué se les iba a dar dinero a los guerrilleros
si el país estaba en la olla. Yo la publiqué en mi Facebook y al sábado pasado
tenía 130.000 compartidos con un alcance de seis millones de personas ... unos
estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de
explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. (citado en
González, 2017, p. 117)
Las
palabras de Vélez (2016), reflejan de manera precisa el desplazamiento
desarrollado por Tesich (1992), sin embargo, su
verificación también implica una expansión conceptual en la línea planteada por
Newman (2019) y McIntyre (2021), puesto que mientras Tesich argumentaba críticamente que la posverdad se
movilizaba desde el patriotismo y el amor abnegado hacía lo propio, Vélez
devela que en este caso el motor movilizador a nivel argumental ha sido la rabia
y la indignación, el rechazo categórico al acuerdo. En ese marco, y en un
contexto de recepción adecuado para su despliegue, lo que genera la posverdad
es el trayecto posibilitante de la construcción
informacional adecuadamente argumentada hacia otras formas de relato, como lo
es la indignación, la rabia y la traición (González, 2017; Guadarrama et al.,
2025).
Allí se
hace ineludible la tesis XIX de Walter Benjamin (2017) en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en
donde denuncia las exacerbaciones de la guerra por parte del futurismo,
corriente artística que apela a la movilización total para que nada cambie. Con
Vélez (2016) la indignación es para congelar procesos transformadores, es
energía concentrada que busca mantener estructuras incólumes. La entrevista a
Vélez no queda ahí en el marco del rendimiento político y entrega una pista más
a nivel de titular, donde afirma que «El No ha sido la campaña más barata y más
efectiva de la historia» (Vélez citado en González, 2017, p. 117).
La pista
que nos entrega entonces, es que las campañas de esta naturaleza son más
accesibles en términos financieros que las tradicionales, y al parecer entregan
resultados concretos y un rendimiento cuantificable, tal y como da a conocer el
jefe de campaña del «No».
Las
palabras de Tesich (1992) y la campaña de Vélez
analizan aristas específicas de un problema que no se logra explicar por sí
solo, o al menos, no puede ser desentrañado mediante un razonamiento lineal, ya
que eso no permitiría su cabal comprensión, debido a que si existe una cierta
operatividad de la posverdad se debe a campos previamente allanados (Weizman, 2012) por la fuerza, el relato y la costumbre.
Esta tierra fértil para las administraciones y hostil para el pensamiento
crítico no es producto de la posverdad, sino de una triangulación específica
que guarda relación con la construcción de un otro como un enemigo (Del Valle,
2021, 2024).
El
problema de la posverdad en el marco del develamiento realizado por Vélez,
vinculado a la rabia y la indignación, requiere de la construcción de un otro
hostil que, de manera sistemática y permanente, atente contra los intereses
propios. Si esta articulación es efectiva y está basada en un conflicto real o
es más bien imaginada, eso no es relevante, dado que desde lo imaginado en un
plano político estratégico es posible realizar un trayecto en clave antagónica.
En ese
sentido, el conflicto comienza cuando se visibiliza a un otro hostil con posibilidad
de atentar –potencial o efectivamente–, contra los intereses específicos de un
grupo determinado, capaz de levantar una articulación discursiva con alcance a
vastos sectores de la población. Es en este fenómeno político y social donde se
construye la estrategia de enemización, la que debe
ser entendida, ante todo, como un proceso que abarca varias aristas, que operan
desde la racionalidad civilizatoria, y que, mediante diversas técnicas, vive
fases de transformación, pero siempre conservan incólume la construcción de ese
enemigo latente que atenta contra los intereses de quienes lo denuncian (Del
Valle, 2021, 2024).
La enemización como fenómeno y estudio de caso ha sido bien
desarrollado como concepto por Carlos del Valle (2021) en su trabajo titulado La construcción mediática del enemigo. Del
Valle, utiliza como objeto de estudio el conflicto entre el Estado chileno y el
pueblo mapuche, e identifica las diferentes estrategias que ha empleado el
Estado para delimitar y caracterizar al mapuche como un otro hostil que atenta
contra los intereses del país.
Estas
caracterizaciones han pasado por transformaciones conforme han ido avanzando
los procesos de modernización capitalista, en ese sentido, el mapuche ha sido
«salvaje/bruto», «criminal/borracho» y «flojo/improductivo» en distintos
momentos de la historia de Chile, siendo en algunos casos, más de una de estas
caracterizaciones a la vez (Circosta, 2020; Mansilla
& Melin, 2019). Pero más allá de los elementos tácticos en la construcción
del relato de enemización, lo que ha perdurado a lo
largo de los siglos, es la condición de enemigo de los intereses
político-corporativos de los que controlan el territorio local, el otrocidio necesario para la configuración del progreso:
En apretada síntesis, el otrocidio va desde
la eliminación del cuerpo del otro por bárbaro y salvaje, pasando por el
despojo y destierro de los cuerpos improductivos, hasta las nuevas formas de
marginación y exclusión por competencia, por antipatía y por clase. Por los
nombres, la vestimenta, la música, los hábitos y el habla. Nuevos argumentos
para nuevas formas de muerte. No son sólo los cuerpos inertes en el campo de
batalla, son también los cuerpos denostados por la industria cultural,
maltratados, exhibidos, sobrerrepresentados, que cargan con el estigma del
protocolo de clase y que, por lo tanto, son parte de nuevas formas de despojo y
destierro, como los recurrentes procesos de gentrificación o sustitución de una
clase por otra a partir de procedimientos de mercantilización de la tierra, a
los cuales se suman las sofisticadas formas de producción de plusvalía en las
operaciones de la burbuja inmobiliaria. (Del Valle, 2021, p. 63)
La
estrategia de construcción del enemigo mediático estabilizada conceptualmente
por Del Valle (2021) devela procesos y estrategias de funcionamiento que
exceden el conflicto mapuche. En ese marco, el odio a la «subclase salvaje»
forjado desde los albores del Estado-nación sintetiza los relatos de aversión
hacia los sectores proletarios que configuran el presente y que con el
estallido y la crispación social –en el marco del conflicto de clase–,
reflotaron de manera subrepticia. Ejemplo patente de esta violencia anclada en
el relato, fue el trato mediático a algunos de los convencionales del bloque
progresista electos los días 15 y 16 de mayo de 2021. El caso de Giovanna
Grandón, conocida como «tía Pikachu» debido al
disfraz utilizado durante el estallido social chileno, ilustra los odios y
desprecios desplegados. Su elección como convencional levantó las alarmas entre
los sectores conservadores de la sociedad (Durán & Lawrence, 2021;
Namuncura, 2021).
El
acuerdo tácito sobre la imposibilidad de que una asistente de párvulos pudiese
siquiera aspirar a disputar un espacio político, considerando, además, su apoyo
a la movilización social y su origen de clase, dejó de manifiesto el espacio
alisado a través del dispositivo de enemización.
El proceso
de construcción de un enemigo, capaz de tensionar un determinado modo de
producción social, tiene un cariz central en la configuración del orden
contemporáneo. Por esto es indispensable entender este mecanismo como necesario
para la reproducción del presente. En la actualidad Del Valle (2021) identifica
a esta figura, la del enemigo total, con el terrorista, la encarnación de la
excepcionalidad:
Finalmente, el siglo XXI es una época caracterizada especialmente por
las reivindicaciones y demandas desde la perspectiva de los derechos humanos,
por lo tanto, los indígenas asumirán –como señal de los tiempos– el carácter de
un movimiento social fuerte, razón por la cual no se dudará en rotularlos un
paso más allá de la figura del rebelde, para pasar a la imagen del terrorista,
es decir, quien se moviliza entre el anarquismo y la violencia radical. El
terrorista es, pues, la figura del opositor sin ley, que atenta contra el
«orden público», de modo que amerita la aplicación de un Derecho Penal como
enemigo. (p. 70)
El
vocablo terrorista, que deja como maldición, fuera del Estado de Derecho al
sujeto que sufre esta designación por parte de las fuerzas de seguridad, tiene
una latencia y un rendimiento específico que permite establecer un adentro y un
afuera de la disputa por lo político. El terrorista es un sujeto que hay que
exterminar, que carece de motivos y que su amoralidad permite el despliegue del
huracán de la fuerza por parte de quienes detentan el poder de los resortes
estructurales del Estado (Negri & Hardt, 2002). Por esto, el debate sobre quiénes quemaron
las estaciones del metro de Santiago durante el estallido social en octubre de
2019, fue sustantivo en la configuración de los relatos políticos que orbitaron
esta destrucción de infraestructura pública y los horizontes de acción
inmediatos de cara al proceso constitucional que se aproximaba (Navarro & Tromben, 2019).
La forma
terrorista es parte del entramado político-securitario
que permite la reproducción del presente, como mecanismo facilitador, tiene un
uso específico en la actualidad. Sin embargo, lo que trasciende a esta figura
contingente es la enemización, la que puede como
dispositivo político-estratégico, dar sustento al relato antagónico del ellos
contra nosotros y que permite direccionar, bajo la noción de amenaza, las
riendas estratégico-programáticas de un determinado modo político, social y
productivo sostenido en un complejo sistema de jerarquizaciones sociales:
el proceso de enemización tiene alcances
diversos en las sociedades, puesto que emerge a partir de ciertas
estigmatizaciones y estereotipos –el enemigo siempre es alguien diferente–,
para luego ir adquiriendo otras connotaciones. El proceso de enemización, es, de este modo, una acumulación de discursos
y prácticas violentas que se expresan en una epistemología del despojo. (Del
Valle, 2021, p. 76)
El factor
del otro, de lo diferente y de la hostilidad potencial emanada por quien no
forma parte, se vuelve sustantivo para poder pensar la argumentación de Tesich (1992), en donde se entiende que la posverdad es,
ante todo, un acuerdo tácito entre administraciones gubernamentales y
poblaciones, que sostuvieron en relatos con una centralidad afectivo-emocional,
diversos escándalos y fracasos que asediaron a los Estados Unidos y sus
incursiones bélicas en distintos momentos de su historia reciente. Más allá de
la contingencia de los relatos, todos tenían en común el espacio alisado por el
dispositivo de enemización, el que permitió exacerbar
el apoyo y amor a las tropas, debido principalmente, a la amoralidad y la
miseria atribuidas al enemigo.
Entender
el funcionamiento y despliegue del dispositivo de enemización
y la estabilización conceptual de la posverdad entrega antecedentes
fundamentales, pero no explica por sí mismo los factores materiales que
hicieron posible la infodemia que azotó diversos
procesos políticos desde 2016, y que afectó con particular énfasis, el
plebiscito chileno de septiembre de 2022.
Si bien
la infodemia es un concepto que nace como
consecuencia del proceso de desinformación en la pandemia y es utilizado en
primera instancia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es
completamente útil para referirnos a procesos en los cuales el flujo de piezas
de desinformación es de relevancia. En ese marco, se define la infodemia como el exceso de información, a menudo falsa o
imprecisa, que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y
orientación clara (Guadarrama et al., 2025; Tandoc et
al., 2018).
Es de
importancia central acusar que el plebiscito chileno tuvo como telón de fondo
una fractura social ocasionada por el estallido social de 2019 y por la
pandemia de la COVID-19, la que se manifestó con fuerza en el territorio
mencionado a comienzos de 2020.
En ese
contexto de malestar generalizado, y en el que los sectores conservadores
pasaron del silencio expectante a la lucha por el relato y la caracterización
política del estallido de octubre, los relatos afectivo-comunicacionales de
todo tipo y el esparcimiento de piezas de desinformación, a través de las redes
sociales, buscaron a nivel político-estratégico, la instalación de un clima
generalizado de cuestionamiento a la propuesta constitucional, la que antes de
ser presentada a la ciudadanía, fue fuertemente atacada por una diversidad de
relatos beligerantes que fueron desde la matriz conspiracionista
hasta los relatos de origen racista y clasista que apelaban al origen social de
los convencionales (Molina, 2022; Waddington, 2023).
Sebastián
Valenzuela, en entrevista con la BBC (Molina, 2022), define como «Brutal» el
torrente de desinformación ocurrido en el proceso chileno, dando cuenta de que
el objetivo que tiene es generar una reacción emocional en la ciudadanía:
Cuando se dice que no hay protección a la propiedad privada en el texto
de la Convención, no se espera que la gente lo crea, porque es cosa de ir a
mirar el texto. Eso se promueve para generar una reacción emocional, para que
quien reciba el mensaje diga: ‘¿Viste?, no protegen el derecho a la propiedad,
te van a quitar tus cosas’ ... Es la desinformación como medio para aumentar la
animadversión, la polarización, la sensación visceral contra alguien o contra
algo. (párr. 7-8)
Estas
reacciones se vinculan directamente con las definiciones que se han abordado
sobre posverdad y el régimen de interpretación del cual la ciudadanía es parte
a través de estrategias de comunicación, que buscan generar reacciones
emocionales para aumentar la animadversión y la sensación visceral contra una
eventual amenaza. Esto muestra que el despliegue de piezas de desinformación no
se usó solo en Chile para generar confusión, sino también como herramienta de
ataque contra la propuesta constitucional.
En la
investigación de Javiera Cartes y Florencia González (2023) se analizan 56
piezas audiovisuales con el contenido de la opción Apruebo y Rechazo, centrando
el análisis en esta última opción. Allí, se concluye que existió una estrategia
centrada en la búsqueda de la reacción emocional por sobre el contenido mismo
de la propuesta.
La franja configuró una oposición básica nosotros (la ciudadanía y los
partidarios del rechazo) vs. ellos (los convencionales y los políticos, partidarios
del apruebo). Al primer polo se asociaron conceptos positivos como unidad,
amor, entre otros, y al segundo, conceptos negativos, como división y rabia. En
su mayoría, los discursos presentaron una fuerte carga manipulativa ligada a
las emociones y sentimientos dirigida a los oyentes por sobre otras estrategias
discutidas. (p. 32)
Dentro de
esta acción por generar una sensación visceral contra un enemigo se pueden
identificar cuáles son los sectores donde se concentró la construcción de este,
las que van de la mano con sectores proletarizados, indígenas y simpatizantes
del apruebo (Cartes & González, 2023; CNN Chile, 2022; Molina, 2022).
En ese
marco, las piezas de desinformación vinculadas al problema de las «leyes para
indígenas», sumado a los planteamientos de cuestionamiento a «las clases
peligrosas» utilizaron plenamente el camino allanado por el dispositivo de enemización. Esto permite entender determinadas condiciones
de posibilidad para el despliegue del régimen de posverdad, en el marco de la
recepción a nivel colectivo de determinados argumentos, pero no explica su
esparcimiento a través de los dispositivos tecno-comunicacionales anclados en
una determinada forma productiva de carácter disruptivo.
En mayo
de 1990 en la primera edición de L’Autre Journal,
Gilles Deleuze (1999) desplegaba en un texto único –tanto por su profundidad
como por su extensión–, la tesis de que como humanidad nos enfrentamos a una
transición y cambio profundo en el modo de vida.
Deleuze
(1999) establece que este proceso tiene relación con la matriz productiva, el
comportamiento social, la irrupción de nuevas tecnologías, la generación de
nuevos dispositivos securitarios y el funcionamiento
de las instituciones encargadas de la reproducción social. En síntesis, es un
cambio de alcance insospechado que se grafica en cierto malestar colectivo y
que se expresa en el debate público y en la crisis de las instituciones.
Deleuze,
en su trabajo Post-scriptum sobre las sociedades de control (1999),
establece un recorrido en el que indaga sobre la transición de la sociedad
disciplinaria hacia la sociedad de control, concibiendo a la primera como la
sociedad de las instituciones cerradas (familia, escuela, hospitales, cárceles,
etc.), a diferencia de la segunda, que opera como una estructura abierta, la
que, sin embargo, está sujeta a diversos checkpoints anclados en los
avances y despliegues tecno-científicos. El autor cree que, si los encierros
disciplinarios son moldes, las dinámicas del control establecen modulaciones,
las que se comportan «como un tamiz cuya malla varía en cada punto» (Deleuze,
1999, p. 278). Se entiende, así, que el principal esfuerzo en desplazar a los
moldes proviene de la modernización capitalista y su estructura insigne: la
empresa. Es posible establecer, siguiendo el razonamiento de Deleuze, que esta
última busca, como fin estratégico, modificar la cultura laboral de los
sujetos.
Deleuze
argumenta que la empresa «instituye entre los individuos una rivalidad
interminable a modo de sana competición, como una motivación excelente que
contrapone unos individuos a otros y atraviesa a cada uno de ellos,
dividiéndole interiormente» (Deleuze, 1999, p. 278). En ese sentido, la
importancia de este planteamiento radica en la visibilización de una forma de
relación social en el marco productivo, que se alimenta de una cierta cultura
de la beligerancia para la obtención de rendimiento económico. Estas premisas
generales esbozadas por Deleuze son retomadas por el texto de connotaciones
programáticas desarrollado por Félix Guattari titulado Para una refundación de las prácticas sociales (1992).
El
artículo desarrolla la tesis del extravío del horizonte humano (político),
producto de la disociación entre cabeza y cuerpo. Con esto Guattari (1992)
despliega una crítica frente a los medios de comunicación, los que a su juicio
condenan a la pasividad a los sujetos: «El telespectador permanece pasivo
frente a la pantalla, preso de una relación semihipnótica,
aislado del otro, vacío de conciencia de responsabilidad» (p. 2).
Su
crítica, enlazada temporalmente con las articulaciones tanto de Deleuze (1999)
como de Tesich (1992), se distancia con la de ambos,
en el sentido en que aún guarda en clave programático-política, una esperanza
en la irrupción de nuevas tecnologías a las que entiende como posmediales:
La evolución tecnológica introducirá nuevas posibilidades de
interacción entre el medio y su usuario y entre los usuarios mismos. La
confluencia de la pantalla audiovisual, la pantalla telemática y la pantalla de
ordenador podría llevar a una auténtica revigorización de una inteligencia y
una sensibilidad colectiva. La ecuación que rige actualmente (medios =
pasividad) puede desaparecer más rápidamente de lo que pensamos. Evidentemente,
no podemos esperar un milagro de estas tecnologías: todo dependerá, en última
instancia, de la capacidad de los grupos de gente para hacerse con ellos y
aplicarlos a fines apropiados. (Guattari, 1992, p. 2)
Si bien
las palabras y desarrollos conceptuales de Guattari (1992) en Para una refundación de las prácticas
sociales tienen alcances muy profundos y de carácter estratégico,
considerando que fueron escritas en 1992, su optimismo toma distancia de la
realidad contemporánea y las formas en las que tecnologías disruptivas, tales
como las redes sociales, han impactado las posibilidades políticas de
organización y cooperación, a través de la exacerbación de construcciones transmediales ancladas en tesis que tienen como eje central
el despliegue de relatos de enemización en un
contexto generalizado de posverdad (Del Valle, 2021).
Sin
embargo, la tesis de Guattari (1992) sigue siendo una articulación que no
desconoce la potencia disruptiva de estas tecnologías y los alcances
insospechados de su despliegue en clave de democratización emancipadora, lo
que, debido al momento político actual, permanece como potencia mas no reflejo
contextual.
Una clave
frente al trayecto que han ido tomando este tipo de tecnologías lo aporta
Rodrigo Browne (2009), el que en su trabajo titulado De la comunicación disciplinaria a los controles de la comunicación
establece que la sociedad de control tiene rasgos vinculados a dispositivos de
articulación inmediatos enlazados con las lógicas del marketing, la velocidad del mercado se vuelve entonces, estrategia
de reproducción de un presente sin horizonte que tiene como ancla central la
exaltación de las lógicas de consumo. «El control funciona a corto plazo, rota
rápidamente, pero al mismo tiempo, es continuo e ilimitado» (p. 63).
En ese
sentido, Browne (2009) hace notar que en Deleuze y Guattari (2002) «toda
evolución tecnológica es una mutación del capitalismo que, desde el siglo XIX,
es un capitalismo de concentración para la producción y la propiedad» (p. 64),
agregando que «en las sociedades de control, el capitalismo realiza otras
maniobras que se escapan de la producción y se acercan al producto» (p. 64).
Esta argumentación encuentra su desarrollo más acabado en la elaboración teórico-conceptual
de Fumagalli (2010), quien sistematiza y avanza en un desarrollo categorial de
estas premisas. Fumagalli define al actual modo productivo dominante como
capitalismo biocognitivo, caracterizado por ser un
sistema en el que el centro de la acumulación deambula en el conocimiento, las
relaciones y los mercados financieros, todo esto propiciado por el actual
desarrollo tecno-comunicacional que se nutre de las estrategias y estructuras
del marketing para su despliegue.
En el
capitalismo biocognitivo los procesos de valorización
se fundan, además de los ya conocidos y desarrollados por el fordismo, en
procesos inmateriales de producción que se sostienen en redes de cooperación y
en procesos dinámicos de aprendizaje, los que hábilmente Deleuze determina en
1990 como dispositivos de «formación permanente». En otras palabras, la
valorización cada vez se asocia más a la vida del ser humano y no está
confinada ni a lugares ni espacios determinados.
Desde esa
perspectiva, la centralidad del actual proceso productivo cuenta con motores de
revitalización comercial de carácter estratégico vinculados a la construcción
de imaginarios, por medio de relatos afectivo-comunicacionales, que propician
su reproducción en el nivel comercial. Allí surgen niveles de complejidad
social a los que el modo fordista no se enfrentó; el principal tiene que ver
con la mercancía y su reproducción, en ese sentido, la demanda (consumo) se
vuelve central, lo que explica el surgimiento de refinados relatos vinculados a
las marcas: «la realización de la mercancía inmaterial se efectúa a través de
la creación de imaginarios ad hoc. La
diferencia es valorada positivamente bajo la apariencia de una posibilidad de
elección individual, aunque sea socialmente controlada» (Fumagalli, 2010, p.
170).
Este
planteamiento de Fumagalli (2010) se vuelve fundamental para el problema de la
exacerbación de los relatos afectivo-comunicacionales en el nivel social, pues
si bien estas articulaciones responden a un fin específico, vinculado a las
necesidades productivas de las empresas en competencia, la construcción
ininterrumpida de imaginarios con fines mercantiles, instalan en el nivel
colectivo, formas argumentales que se comportan como condiciones de posibilidad
que hacen aceptable, en lo social a ciertas formas de relato que desplazan
argumentos que no estén anclados en lo emocional y lo afectivo, como bien pudo
establecer Deleuze (1999):
la fábrica era un cuerpo cuyas fuerzas interiores debían alcanzar un
punto de equilibrio, lo más alto posible para la producción, lo más bajo
posible para los salarios; en una sociedad de control, la fábrica es sustituida
por la empresa, y la empresa es un alma, es etérea. (p. 278) El alma de la
empresa consiste en la construcción de una marca, la que siempre apela a un imaginario
que busca instalar un relato afectivo-comunicacional, que tiene por objetivo
central, incidir en el cuerpo y el mundo en el que se desenvuelve. Aquí es
donde surgen condiciones de posibilidad específicas a nivel productivo, que
permiten la estructuración de un camino en el que el fenómeno de la posverdad,
tal y como lo conocemos, puede encontrar un despliegue en el nivel social y
colectivo.
El modelo
productivo de centralidad tecno-comunicacional que vislumbró Deleuze (1999) en
el marco de una transformación económica en clave transicional (por eso la
noción que perdura en el ensayo de 1990 es la de crisis), abordó un conjunto de
elementos que nos permiten comprender un proceso de transformación social
profundo, que modifica la ontología del trabajo, la que pasó de una actividad
productiva centrada en la generación de bienes materiales, hacia una actividad
en la que factores históricamente externos a lo laboral –como lo son la
producción de afectos y generación de relaciones sociales–, cobró una
centralidad en la generación de valor, debido a la irrupción
tecno-comunicacional que hizo posible este fenómeno (Fumagalli, 2010; Negri & Hardt, 2002).
Ello ha
modificado el modo de vida de la especie humana, la que avanza hacia la
hegemonía de la estructura económica inmaterial, independiente de que esa
matriz, coexista con otras formas productivas dependiendo del espacio que ocupe
el territorio y las poblaciones estudiadas. Sin embargo, la construcción de un
proceso colectivo en el que el modelo afectivo-comunicacional que Fumagalli
llama capitalismo bioeconómico se posiciona como
hegemónico a escala planetaria, es irreversible (Fumagalli, 2010).
Una vez
dicho esto, es necesario mencionar que llama la atención, que tanto en Deleuze
(1999) como en Fumagalli (2010) y la mayoría de los pensadores que estuvieron
entre ambos, como es el caso de Negri y Hardt (2002), no le hayan dado una relevancia de carácter
estratégico a la noción de guerra. Para Lazzarato
(2022) –el que pone en examen el abordaje de la guerra por parte de las teorías
críticas en su trabajo titulado Guerra o
Revolución– el problema específico de la fuerza para constituir el poder es
algo que estos teóricos suelen pasar por alto. Para Lazzarato,
el golpe de Estado chileno y la posterior imposición del modelo neoliberal, en
el que académicos, economistas y militares trabajaron en conjunto, no hubiese
sido posible sin el despliegue de la fuerza. El autor afirma que «el caso de
América Latina demuestra que, sin la fuerza, el poder no tendría ninguna
posibilidad de solicitar, inducir, incitar a una subjetividad rebelde,
movilizada por otros deseos que los de trabajar, consumir, convertirse en
‘capital humano’» (p. 77).
Lazzarato
(2022) analiza diversas perspectivas, pero se detiene en Deleuze y Guattari,
especialmente con el examen crítico del libro Mil Mesetas (2002). Para el teórico italiano una debilidad
conceptual central en el trabajo de Deleuze y Guattari es la idea de una «única
gran máquina de guerra-mundo» (p. 105), creando con ella una homologación entre
Estado y mercado, debido a una «sobrevaloración de la técnica», omitiendo, la
posibilidad de generación de acontecimiento debido a su lectura de un «devenir
sin historia».
La
crítica de Lazzarato (2022), busca con esto, reponer
el problema de la guerra, a través de una restitución político-conceptual tanto
del imperialismo como del colonialismo. Entendiendo a ambos como fenómenos de
fuerza configuradora que se encuentran detrás del modo productivo, más
específicamente, tanto al comienzo como al final de un determinado modo de
producción hegemónico. En otras palabras, atribuye la inestabilidad global a la
irrupción masiva del modo productivo inmaterial que hace posibles fenómenos
desestabilizadores como la posverdad.
El
esfuerzo teórico-conceptual de Lazzarato (2022)
aparece como un aporte estructural, ya que da cuenta del problema del conflicto
bélico y de la necesidad de la construcción de un enemigo, tanto en el nivel
mediático como en el político-militar. Esta forma de subsunción del sujeto a
los vaivenes de la fuerza de quien la detenta, nos presenta el problema de la
guerra, ya no como el despliegue de la violencia organizada de un grupo contra
otro, sino como un estado gris en donde las estrategias tecnocomunicacionales
ocupan un espacio equivalente al que ocupan en el modo productivo, que se está
volviendo de manera sostenida y sistemática como el hegemónico.
La
argumentación de Lazzarato (2022), que busca
rehabilitar la guerra en el marco del pensamiento político de Occidente,
colinda por el vértice, a modo de síntoma, con el artículo de orientación
estratégica del general de Ejército Valery Gerasimov,
jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa.
Este trabajo escrito en 2013 y titulado El
valor de la ciencia está en la capacidad de prever lo que sucederá o podría
suceder en el futuro devela el reconocimiento por parte de un general de
una potencia nuclear, de la existencia de un conjunto de elementos tecno-comunicacionales
que han trastocado las formas tradicionales de conflicto bélico:
En el siglo XXI hemos visto una tendencia a confundir las líneas que
existen entre los estados de guerra y paz. Las guerras ya no se declaran y, una
vez que comienzan, prosiguen según un patrón desconocido. La experiencia de los
conflictos militares –incluyendo los que están vinculados con las llamadas
revoluciones de colores en el norte de África y el Medio Oriente– confirma que
un Estado perfectamente floreciente puede, en cuestión de meses e incluso días,
ser transformado en una arena de conflicto armado feroz, convertirse en víctima
de la intervención extranjera, y sucumbir en una red de caos, catástrofe
humanitaria y guerra civil. (Gerasimov, 2016, p. 48)
Estas
líneas confusas en palabras de Gerasimov se deben,
entre otras cosas, a los diversos niveles que alcanza un conflicto, entendiendo
que la fuerza letal es, hoy más que nunca, solo una fase más en el marco de las
interrelaciones vinculadas a las orientaciones globales de carácter bioeconómico, hoy las guerras no pueden ganarse solo con
armamento:
El enfoque de los métodos usados de conflicto ha cambiado la dirección
del uso general de medidas políticas, económicas, información, humanitaria y
demás medidas no militares usadas en coordinación con el potencial de protesta
de la población. Todo esto se complementa por medios militares de carácter
oculto, incluyendo llevar a cabo acciones de conflicto informativo y acciones
de fuerzas de operaciones especiales. El uso abierto de las fuerzas –a menudo,
bajo el pretexto de mantenimiento de la paz y regulación de crisis– solo ha
sido recurrido en un determinado momento, sobre todo para el logro del éxito. (Gerasimov, 2016, p. 48)
En esta
forma de conflicto, en la que el campo de batalla se extiende a lo no militar,
los ejes comunicacionales y políticos cobran relevancia, y en ese sentido, la
ambigüedad que atraviesa a la guerra híbrida (Franco-Sánchez, 2023), tanto en
su conceptualización como definición, fue anticipada por Negri
y Hardt (2002) en Imperio,
en donde se entiende que en la configuración contemporánea, las lógicas grises
de indistinción expresadas en el estado de excepción y las intervenciones
militares, que se confunden con acciones policiales de carácter securitario, contaban con el aparato comunicacional global
como eje justificador de la fuerza para su adecuado despliegue. Acá ya es
posible vislumbrar los ejes argumentales de Tesich
(1992) y de quienes continuaron su proceso reflexivo en el marco de la
irrupción del fenómeno de la posverdad.
Las
diversas características enunciadas que reflejan un cambio de paradigma son
identificadas por Deleuze (1999) con la sociedad de control y en Fumagalli
(2010) con el surgimiento del régimen bioeconómico.
En estos autores, la transformación social abordada en sus respectivos
trabajos, encuentra eco en la posverdad, debido a que este fenómeno grafica
nuevas formas de relacionarse a nivel general, ya sea en el ámbito político,
social o militar. En ese sentido, la centralidad productiva que adquiere la
esfera comunicacional, posiciona al fenómeno de la posverdad como un eje en los
procesos de inestabilidad general que están ocurriendo a escala planetaria.
La
incorporación en los análisis políticos del problema de los conflictos
contemporáneos bajo las lógicas de guerra híbrida y las tácticas usadas en el
ámbito comunicacional, cambian la perspectiva que se tiene sobre un síntoma
colectivo tal como es la posverdad y sus expresiones político-específicas
(plebiscitos latinoamericanos, Trump, Brexit, etc.). Esto, si se toma en
consideración las formas innovadoras que ha ido adquiriendo la transición
productiva, en conjunto con las estructuras fundamentales para el despliegue de
las condiciones de recepción –como es el allanado generado por la enemización y las estrategias comunicacionales en el plano
del conflicto político–, muestra una relación para tratar fenómenos políticoelectorales como los que vienen ocurriendo en el
mundo desde 2016. Estos, afectaron de manera decidida a distintos procesos
democráticos, siendo el caso chileno –debido a la profundidad en clave
reformista de la propuesta constitucional–, uno de los que debe ser estudiado
en profundidad, entendiendo que la posverdad ocupó un espacio de carácter
estratégico durante el proceso plebiscitario.
Otra
característica a destacar en el análisis del concepto de posverdad es que no es
posible establecer niveles de posverdad en una sociedad, a través de métodos
cuantitativos, ya que este concepto refleja un estado, unas determinadas
condiciones de posibilidad que permiten ciertos despliegues
político-corporativos en el nivel tecno-comunicacional. A diferencia de los
resultados electorales de distintos procesos –que son efectivamente
cuantificables, como es el caso de los plebiscitos colombiano y chileno–, no es
posible medir el «nivel de posverdad», sino los resultados específicos dentro
de un régimen interpretativo de estas características.
Esta
condición no cuantificable del fenómeno abordado se explica, en parte, debido a
los niveles de complejidad analizados por teóricos del tema como son Hyvönen (2018), McIntyre (2021),
Newman (2019) y Tesich (1992), quienes desde diferentes aristas
coinciden en que no se puede homologar posverdad con mentira. Esto se gráfica,
por dar un ejemplo, cuando una masacre en un país periférico a manos de una
potencia central ocurre, ya que apelar al patriotismo o a los sacrificios de
los soldados en campaña por parte de los perpetradores no es una mentira ni un
bulo, es más bien un desplazamiento afectivo-comunicacional que hace que los
ejes se coloquen en lo difícil que es la vida para los hombres de armas en
campaña. Con esto no se niega el asesinato de civiles ni los «errores humanos»
ocasionados por los horrores de la guerra, sino lo que se busca es generar
fuertes vínculos de empatía con unos por sobre otros, ello con fines
político-estratégicos bien definidos.
La
complejidad del fenómeno requiere observar los procesos de esta naturaleza
desde una óptica fuertemente interdisciplinaria, en la que se comprenda que
ciertos procesos políticos y ciertos rendimientos y orientaciones enmarcadas en
la estrategia de posverdad, comenzarán a incorporar cada vez más elementos para
la realización de programas políticos específicos. En otras palabras, la
posverdad se irá complejizando y abarcando múltiples aspectos de la vida social
con fines de carácter estratégico. En ese sentido y a modo de conclusión, queda
un ineludible planteamiento de Deleuze (1999) que interpela directamente a la
generación en curso, «Son ellos quienes tienen que descubrir para qué les
servirán tales cosas, como sus antepasados descubrieron, penosamente, la
finalidad de las disciplinas. Los anillos de las serpientes son aún más
complicados que los orificios de una topera» (p. 281). Esto nos indica que este
proceso de transición general marcado por diversos desplazamientos tiene a la
posverdad como un nodo, donde se conecta lo económico, lo político, lo bélico y
lo social, erosionando diversos acuerdos que como sociedad global se daban por
sentados. Por ello, la estrategia de aproximación transdisciplinaria surge como
una opción competente al momento de la investigación conceptual del problema
planteado.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún tipo de conflicto de intereses.
El
presente artículo tiene las consideraciones éticas de uso responsable de citas
y fuentes en el marco de la investigación.
AL: conceptualización,
escritura del borrador original, investigación y metodología para la
realización del articulo presente.
CBM: revisión y edición del manuscrito original.
La
presente investigación y publicación se realizó con el financiamiento y apoyo
por parte del programa «Becario ANID Doctorado Nacional 2024-21241972» del cual
Alejandro Lagos es beneficiario.
Este
artículo no ha utilizado para su redacción textos provenientes de LLM (como
ChatGPT u otros).
Se
agradece al programa de Doctorado Nacional ANID 2024-21241972, por posibilitar
el financiamiento y desarrollo de la presente investigación, y a la Universidad
de la Frontera y a la Universidad Austral de Chile en el marco del Programa de
Doctorado en Comunicación.
Allcott, H., & Gentzkow, M. (2017). Social media and fake news in the 2016
election. Journal of Economic
Perspectives, 31(2), 211-236. https://doi.org/10.1257/jep.31.2.211
Arendt, H. (2015). Crisis de la
República. Editorial Trotta.
Arrighi,
G. (2005). ComprenderDesentrañar la hegemonía. New Left Review, (32), 20-54. https://newleftreview.org/issues/ii32/articles/giovanni-arrighi-hegemony-unravelling-1
Benjamin, W. (2017). La obra de
arte en la época de su reproductibilidad técnica. La marca editora.
Bonilla, N. (2017). La era de la
posverdad en Colombia. Cosmopolita.
Browne, R. (2009). De
la comunicación disciplinaria a los controles de la comunicación. Alfar.
Cárdenas, L. (2024). Colombia en tiempos de posverdad.
Anfora, 31(56), 81-96. https://publicaciones.autonoma.edu.co/index.php/anfora/article/view/980/1000
Cartes, J., & González, F. (2023). Manipulación Lingüística en la campaña
televisiva del rechazo para el plebiscito de salida 2022 [Tesis para optar
al grado académico de Licenciadas en Lingüística y Literatura Hispánica con
mención en Lingüística]. Universidad de Chile.
Circosta,
C. (2020). Mapuche terrorista. Pervivencia de estereotipos del siglo XIX en la
construcción de la imagen del «indio» como otro/extranjero en la coyuntura de
la Argentina actual. Cuadernos del Centro
de Estudios en Diseño y Comunicación. Ensayos, (96), 184-202. https://dx.doi.org/10.18682/cdc.vi96.3938
CNN Chile. (2022, 29 de abril 29). Habló de «monarquía
indígena»: Zúñiga y otros representantes de derecha no votaron informe de
derechos indígenas. https://www.cnnchile.com/constituyente/arturo-zuniga-monarquia-indigena-votacion-derechosindigenas_20220429
Colom-Piella, G. (2018). La
doctrina Gerasimov y el pensamiento estratégico ruso
contemporáneo. Revista Ejército, 933,
30-37.
Del Valle, C. (2021). La
construcción mediática del enemigo. Comunicación Social.
Del Valle, C. (2024). Economía Política del enemigo. Arqueologías de la guerra y del
genocidio. Palinodia Libros.
Deleuze, G. (1999). Conversaciones
1972-1990. Pre-Textos.
Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos. https://aisthesis2017.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/10/deleuze-guattari-milmesetas.pdf
Durán, P., & Lawrence, T. (2021, 13 de
septiembre). Guerrilla digital contra la Convención Constituyente. CIPER 18 Chile. https://www.ciperchile.cl/2021/09/13/guerrilla-digitalcontra-la-convencion-constituyente/
Franco-Sánchez, J. D. (2023). Guerra híbrida: críticas
y retos del conflicto moderno. Estado, Paz
y Sistema Internacional, 2(4), 197-204.
https://doi.org/10.25062/2981-3034.4751 Fumagalli, A. (2010). Bioeconomía y capitalismo cognitivo.
Traficantes de sueños. https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Bioeconomia-TdS.pdf
Gerasimov,
V. (2016, marzo-abril). El valor de la ciencia está en la capacidad de prever
lo que sucederá o podría suceder en el futuro. Military
Review. https://www.armyupress.army.mil/Portals/7/military-review/Archives/Spanish/MilitaryReview_20160430_art010SPA.pdf
González, M. (2017). La posverdad en el plebiscito por
la paz en Colombia. Nueva Sociedad, 269, 114-126. https://static.nuso.org/media/articles/downloads/10.TC_Gonzalez_269.pdf
Gramsci, A. (2013). Antología. Siglo Veintiuno Editores.
Guadarrama, J. J., Álvarez, L. C., & Molina, M. A.
(2025). Desinformación en la era digital: abordaje de la fórmula de la
posverdad en la comunicación política. Scripta Mundi, 4(1), 10-30. https://doi.org/10.53591/scmu.v4i1.2179
Guattari, F. (1992, octubre). Para una refundación de
las prácticas sociales. Le Monde Diplomatique, 26-27. https://desarquivo.org/sites/default/files/guattari_felix__para_una_refundacion_de_las_practicas_sociales.pdf
Hyvönen, A. E. (2018).
Defining post-truth: Structures, agents, and styles. E-International Relations, 1-5. https://www.e-ir.info/2018/10/22/defining-post-truth-structures-agents-andstyles/
Lazzarato,
M. (2022). Guerra o revolución: porque la
paz no es una alternativa. Ediciones Tinta Limón.
Lewis, R., & Marwick, A.
(2017). Media manipulation and disinformation online. Data and Society.
https://datasociety.net/output/media-manipulation-and-disinformation-online/
Mansilla, P. A., & Melin, M. (2019). A struggle for territory, a struggle
against borders. NACLA Report on the
Americas, 51(1), 41-48. https://doi.org/10.1080/10714839.2019.1593689
McIntyre, L. (2021). The
hidden dangers of fake news in post-truth politics. Revue Iinternationale de Philosophie,
297(3), 113-124. https://doi.org/10.3917/rip.297.0113
Molina, P. (2022, 21 de julio). La «brutal»
desinformación sobre la nueva Constitución propuesta para Chile. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-62245073
Namuncura, G. (2021, 4 de septiembre). Discriminación
racial y discurso de odio en perjuicio de convencionales constituyentes
indígenas en Chile. El Mostrador. https://www.elmostrador.cl/destacado/2021/09/04/discriminacion-racial-y-discurso-de-odio-enperjuicio-de-convencionales-constituyentes-indigenas-en-chile/
Navarro, A. (2021). Posverdad, medios de comunicación
y poder. Un problema para las humanidades. Comunicación
y Hombre, (18), 147-162. https://doi.org/10.32466/eufvcyh.2022.18.670
Navarro, F., & Tromben,
C. (2019). «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable»: los
discursos de Sebastián Piñera y la revuelta popular en Chile. Literatura y Lingüística, (40), 295-324.
https://www.scielo.cl/pdf/lyl/n40/0716-5811-lyl-40-295.pdf
Negri, A., & Hardt, M.
(2002). Imperio.
Paidós.
Newman, S. (2019). Post-truth
and the crisis of the political. Soft
Power, 6(2), 90-108. https://doi.org/10.14718/SoftPower.2019.6
Newman, S., & Conrad, M.
(Eds.). (2024). Post-truth populism: A
new political paradigm. Palgrave Macmillan. https://doi.org/10.1007/978-3-031-64178-7
Tandoc, E. C., Lim, Z.
W., & Ling, R. (2018). Defining «fake news»: A typology of scholarly
definitions. Digital Journalism, 6(2),
137-153. https://doi.org/10.1080/21670811.2017.1360143
Tesich, S. (1992, 6 de enero). A government of lies. The Nation. https://www.thefreelibrary.com/A+government+of+lies.-a011665982
Vélez, J. C. (2016, 5 de octubre). El ‘No’ ha sido la
campaña más barata y más efectiva de la historia [entrevista]. La República.
Waddington, S. (2023). Desinformación
y Twitter: El Impacto de las Fake News en el Proceso
Constituyente en Chile [Máster Universitario en Marketing Digital,
Comunicación y Redes Sociales - Universidad Camilo José Cela]. https://iddigitalschool.com/wp-content/uploads/2024/11/MEM_EXT_34553-FELIPE_SEBASTIAN_WADDINGTON_PALMA.pdf
Weizman, E. (2012). A
través de los muros. Cómo el ejército israelí se apropió de la teoría crítica
postmoderna y reinventó la guerra urbana. Errata Naturae.
Alejandro Gabriel Lagos
Universidad de La Frontera, Universidad Austral de
Chile.
Estudiante de doctorado en Comunicación (UFRO/UACh Becario ANID
Doctorado Nacional 202421241972) y magíster en Comunicación Política por la
Universidad de Chile. Actualmente, es miembro del Programa Libertad de
Expresión y Ciudadanía de la Dirección de Investigación de la Facultad de
Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Ha sido asistente de
investigación en proyectos Fondecyt y ha participado
en el Observatorio del Ascenso de la Extrema Derecha en Chile (OAEC). Sus áreas
de investigación incluyen la comunicación política, la desinformación y el
derecho a la libertad de expresión. Ha publicado artículos en revistas como Rosa, F@ro y Representaciones, y es coautor del libro Rabia. Miedos, abusos y desórdenes en el oasis chileno (2019).
Además, ha presentado ponencias en congresos nacionales e internacionales
(INCOM y FELAFACS).
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8724-5016
Autor corresponsal: alagoscoordinadoroperativo@gmail.com
Christian Berríos Marambio
Universidad de Chile, Chile.
Sociólogo y magíster en Comunicación Política por la
Universidad de Chile, con un diplomado superior en Economía Política de CLACSO.
Su investigación se centra en la democracia, los populismos, la ultraderecha y
la comunicación política. Ha trabajado como asistente de investigación en
proyectos como el Fondecyt Regular 1231032 «Cortar y Pegar Fuentes en el Periodismo
Escrito en Chile» y Tiranomanía: continuidades y cambios en la memorialización de Pinochet en la democracia chilena
(1990–2023). Ha publicado artículos sobre crisis democrática, mediatización
de la política y análisis del discurso en medios, destacando «Crítica a la
mediatización de la crisis venezolana de 2019» (2024) y Democracia, crisis y
violencia: fisuras para la democratización del Chile post-2019» (2023). También
ha presentado su trabajo en congresos como el IX Congreso INCOM y el XIV
Congreso Chileno de Ciencia Política.
ORCID: https://orcid.org/0009-0005-3398-8953
[1] luego, nada pasó. Realmente nada pasó. El escándalo Irán/Contra se convirtió en la farsa Irán/Contra. El presidente Reagan percibió correctamente que el público no quería en verdad conocer la verdad [traducción del autor].
[2] Creo que la mejor manera de entenderlo es que las noticias falsas –y las acusaciones falsas de noticias falsas– son las tácticas mediante las cuales el objetivo autoritario de la política de la posverdad intenta cumplir su propósito [traducción del autor].
[3] El audio y el video podrían convertirse en el próximo campo de batalla de la posverdad, y la amenaza del autoritarismo podría crecer en consecuencia [traducción del autor].
[4] Sin duda, existen muchos factores que dan origen a esta condición de posverdad. Por ejemplo, se puede señalar el papel de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las redes sociales en la circulación de ‘hechos alternativos’ y teorías conspirativas, en la facilitación de cámaras de eco en internet donde la posverdad resuena, y en la posibilidad que ofrecen a empresas y actores políticos de emplear algoritmos sofisticados para identificar audiencias objetivo, moldear electorados y difundir desinformación [traducción del autor].
[5] La posverdad erosiona el mundo común sobre el cual se funda la vida política. No solo las mentiras, la desinformación y las ‘noticias falsas’ interrumpen y distorsionan la comunicación, haciendo que la deliberación racional entre ciudadanos sea prácticamente imposible ... sino que su prevalencia hoy en día contribuye a generar una sensación de confusión sobre la propia naturaleza de la realidad. La incapacidad de distinguir entre la verdad y la falsedad hace que cualquier tipo de mapeo cognitivo del mundo sea extremadamente difícil [traducción del autor].
[6] La verdad factual/fáctica,
es un concepto desarrollado por la filósofa Hannah Arendt (2015). El concepto
se refiere a la verdad que se sostiene en hechos comprobables, esto es
independiente de las interpretaciones plurales que se puedan tener de los
hechos en sí, para Arendt, el riesgo de deterioro de la verdad factual/ fáctica
implica la erosión de la acción política, tal como sostiene en su trabajo Mentira en política, reflexiones sobre los
documentos del Pentágono.